miércoles, 18 de diciembre de 2013

-III-

Ocaso; el brillo de sus ojos en la oscuridad de mi noche. Helsinki en invierno, corazón de hielo. Invierno perpetuo.
El brillo y forma de sus ojos, desprendiendo paz por donde van, se encienden en llamaradas cuando una batería con motivos satánicos resuena para dar comienzo a la noche.
Todo comenzó por casualidad mal diseñada. No todo salió bien desde un principio. Meter la pata para después salir del charco y secarse.
Al otro lado del charco, una pequeña sombra negra se deja ver en el reflejo del agua. Mirándose a sí mismo.
Ver en sus ojos la mirada caída, ver su felicidad irse por detrás, huyendo por cobardía.
Pasar descalza el charco, mojándote los pies, pero no sientes nada. Sientes la necesidad de ver su sonrisa nacer de su pequeña y fina boca. Que levante cabeza y sus ojos sonrían a su vez.
Ese instante, tras cruzar el charco y ver cómo el se preocupa por si tú estás bien, y pidiéndote que por favor, te vayas. En ese momento comenzó todo.

Hoy, tres meses después, habiendo ocurrido tantos momentos, tantos momentos que él sabe y yo sé. Momentos que no quedarán en un olvido, si no que vigentes permanecerán pasando los años.
Podría pasarme la vida hablando de él, pero para eso es mejor conocerle.
Te quiero.

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