sábado, 27 de mayo de 2017

Y cómo se miraban, hacían ver al mundo que algo ardía entre ambos.
Devorarse el cuerpo con la mirada y no notar ni un mordisco; Sólo un escalofrío.

En mi desorden mental, donde siempre habrá una cama para que pases la noche. Capaz de llegar hasta lo más profundo de mis mazmorras y terrores, donde nadie había entrado nunca porque mis monstruos temían de las personas.

Nunca sé cómo decirte adiós, porque nunca es un adiós.
Te quedas anclado a la puerta de mi cabeza esperando a entrar con todos mis fantasmas. A pasar una noche más conmigo, acariciándome mientras te imagino. Qué absurdo.

A veces quiero que desaparezcas, pero olvido que te tengo dibujado en las paredes. Las palmas de tus manos están en mi cintura, en mis mejillas, en mis labios. Mi pelo está esperando a que vuelvas a pasar los dedos hasta los nudos de mi cabeza. Mis dudas palpables, mi estado emocional cambiante.

Y cómo te miraba,
y cómo me mirabas.

Nunca lo noté porque mis ojos se reducen a la sonrisa que nace cada vez que te siento cerca.
Pero sígueme mirando,
aunque no te vea.

martes, 23 de mayo de 2017

Me sangra el corazón.

Me sangra el corazón.
De dolor, de tristeza, de aguante, Lágrimas carmesí que van cayendo una a una al suelo y seguimos mirando inmóviles.
Me sangra el corazón de ver cómo camino sobre asfaltos que alguien llama hogar. De saber que hoy una persona dormirá cobijado del frío entre las paredes de un portal. De saber que ni tú ni yo hacemos nada. 
Me sangra el corazón y he llenado mis manos de esta pintura carmesí que no me deja enhebrar una vez más la aguja. 

Nunca pensé que las películas de terror irían más allá de fantasmas y brujas, de fobias a avispas. Que una vez apagaba el televisor se marcharían y podría dormir entre las blancas sábanas de mi cama. Qué equivocado estaba Hitchcock intentando crear una película de terror cuando él ya estaba viviendo una en su propia piel.
Hablamos de terror, de miedo, hablamos de pasarlo mal. Hablamos mucho en general.

Hoy te has hecho un rasguño en el corazón y tu madre te ha puesto una tirita. Tú le has dicho que no tienes cuatro años y que las heridas sanan al aire. Lo que no sabes es que ahí fuera hay un niño que no tiene para curarse, que le sangra tanto el corazón que ni mil tiritas de su pobre madre podrían valerle. Ahí fuera, hay miles de personas que les sangra el corazón, de verdad, de la buena. Personas que han dejado caer sus cuerpos sobre el suelo ante la impotencia de no poder sanar su corazón y su alma.

Y mientras tanto, hablamos de dolor. 
Sin notarlo.
Como quien habla de amor sin haberlo vivido, 
sin haber sentido un cosquilleo nacer de su estómago. Como quien habla de la guerra si nunca ha tenido a pocos centímetros la muerte. Como quien reza por una ciudad que hoy ha amanecido rota y que mañana se le habrá olvidado y seguirá su vida.