martes, 31 de diciembre de 2013

Helvetti jäinen.


Olvidó mi sonrisa en una esquina, cuando quise regresar a por ella, la habían violado. Hasta hace poco, en un rostro grisáceo intentaba lucir esa sonrisa, pero era imposible. No salía por miedo.
Bajo su almohada, un revólver cargado, esperando a disparar a quien quisiera entrar en su corazón.
Sus gritos hacia quien intentara adentrarse en su mente, hacían eco en su vacío interior.

Soledad; consecuencia de la marcha de aquellas pocas personas que quedaban en su vida. Una soledad amarga y fría, aun siendo verano en el exterior, el invierno azotaba cada rincón de su cuerpo interior, congelando así su corazón, que aún latía, pero con menos fuerza.

El frío de un infierno sin igual. El calor de un invierno de agosto.

Las calles vacías, los relojes parecían tener prisa, la noche amenazante, ella siempre pasaba desapercibida, cabizbaja.

Decían que era como el café de las seis en punto; extraña, sin sentido. Como el maquillaje tras una noche en vela; desgarrado.

Tenía miedo, pero nadie lo veía. Miedo a que le partieran el corazón como hicieron con su sonrisa. Congelado por la soledad, estaba más a salvo. Aún así, no quería que nadie se acercara. Los echaba a patadas.

¿Quién iba a desear estar con alguien así?

Y de pronto, mientras sus ojos cegados por una banda negra, que no dejaba ver qué había tras ellos, alguien se acercó. Ella no lo pudo ver, seguía ciega.

Como una sombra, pero desprendía luz que a través del pañuelo pasaba. Notó cómo unos dedos rozaban su mano izquierda y estos tiraban de ella hacia algún lugar.
Caminó, ¿por qué no lo había impedido ya? Había algo en quien quiera que fuese esa persona, que le transmitía un amor, incomprensible.
El movimiento de su mano, le invitó a sentarse, y aguardar. No había oído ni una sola voz, ni la suya propia. Todo en silencio. Ella aguardó.
Sonó una guitarra, sí, pudo distinguirlo. La piel de sus brazos descubiertos, de gallina del escuchar cómo tocaba.
Reconocía la canción, sabía cual era, demasiado obvio. De pronto, sus labios se separaron y sus cuerdas vocales comenzaron a vibrar.

"So close no matter how far
couldn't be much more from the heart
forever trusting who we are
and nothing else matters"


Cantó. Tras terminar, su sonrisa se dibujó de nuevo en el rostro. Increíble, incierto. Pero ahí estaba. Radiante.

A continuación la destapó los ojos y lo pudo ver. Un joven, mayor que ella, cabello castaño, con ojos como la mezcla de los colores de un bosque, entre marrón y verde. Flequillo que los tapaba, una boca pequeña que esbozaba una sonrisa preciosa la cual ella se quedó mirando bastante tiempo al ver sus ojos semejante persona. Impresionada por su don para poder hacer regresar a la vida una sonrisa muerta. 
Un cosquilleo, un tirón en el corazón. Algo fluía por dentro. El hielo que cubría su corazón se había derretido y el agua se había convertido en sangre que ahora fluía de nuevo por sus venas.
Volvió a latir, ahora con más fuerza que nunca.
El joven se acercó a ella, a un palmo de distancia. Ella, mirándolo a los ojos, sonriendo, lo besó.

Una simple alegoría, cuyo mensaje implícito, entre líneas. Trae un recuerdo aún vigente cada día del dos mil trece. Es mi alegría, la alegría de mi vida. Y cada mañana al despertar, en unos años, esa alegría me dará un beso mientras me da los buenos días.


Feliz dos mil catorce, helvetti jäinen.


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