lunes, 4 de febrero de 2019

Tormenta

He marchitado las flores de mi jardín otra vez.
He llovido, he tronado, he roto en truenos el cielo hasta que me he empequeñecido. Las he ahogado en lágrimas que llevaban semanas como agua estancada dentro de mí. El cielo se ha resquebrajado y parecía que llovían finos cristales que se quedaban clavados en los pétalos de aquellas pequeñas margaritas.
He marchitado las flores de mi jardín otra vez, no es la primera. Ni la última. Las planto con mimo cada poco tiempo, en una zona con buena tierra, luz natural y buena temperatura. Pero no duran, nada que toco con las manos dura mucho. Ni mis flores ni yo. Los trozos de mi corazón se rozan unos con otros. Se golpean y hacen temblar el suelo.
Las nubes nunca se fueron. Lágrima a lágrima van llenándose lentamente. Todas las veces que decido no romperme un poco más, mis nubes se hacen más oscuras hasta sobrepasar el límite de una lluvia veraniega a una tormenta eléctrica. Y es cuando todo muere otra vez.