miércoles, 26 de febrero de 2014

Una rosa de plástico.

Juventud.
Efímero tesoro, ¿jóvenes eternamente? El amor siempre es joven, siempre que sea amor.
Mírate, ¿nos imaginas en sesenta años? No quiero imaginarlo.
Sé, que será a tu lado. ¿Físicamente?
Míranos, suena la canción de forever young, qué épico. Forever young I want to be forever young.

Las calles plagadas de parejas, ¿cuántos mayores ves ir dados de la mano o besarse? ¿El amor en ellos ha madurado? Tal vez se esté marchitando.
El amor es como una rosa, tal vez la mía sea de plástico. Entre las cenizas de un corazón calcinado la dejaste posar y ahí seguirá.
Puedo ver aún el amor en sus ojos verdes azulados, brillan, le echa de menos.
Por un momento la vista se congela y comienza mi pensamiento, ¿nos imaginas con sesenta años? No quiero llegar ahí. El mero hecho de perder tu ser más querido, el amor verdadero es un amor ciego y loco, caes, caigo. Mueres, muero. Es simple.
Se acuerda de los inicios, ¿cuántos años habrán pasado ya? más de cuarenta.

No me gustaría tenerle en una imagen. Conservar las de ahora, imágenes, juventud eterna. La miro cada día en mi mesilla, al despertar.
Suena tan pasteloso, tan empalagoso y meloso que no hay palabra que lo defina sin ser criticado pero, qué más da.
No pretendo embellecer esto con versos, ambos sabemos cómo es, y sabemos que es precioso.
¿Recuerdas nuestro comienzo? La ilusión del primer día sigue vigente aquí, en medio del pecho, un poco hacia la izquierda.
Una imagen, poder cerrar los ojos e imaginar su mandíbula perfectamente delineada, sus ojos pequeños y achinados, sus cejas rectas, aire de seriedad. Su boca pequeña y llena de alegría cuando sonríe, su cabello que tapa sus ojos que sonríen al mirarme.

Que el amor sea eternamente joven viéndonos envejecer.
El día que se apague la luz, que tus ojos no vuelvan a mirarme, ese día, me quedaré hablando contigo, hasta la última despedida, sé que no obtendré respuesta. Sabré que estarás ahí. (No puedo evitar llorar escribiendo esto) hasta la última despedida y te devolveré nuestro corazón, allí donde estés. Que los cuerpos se separen pero el amor entre ellos permanezca unido.
Imposible no llorar escribiendo esto, imaginar ese día. Disfrutemos de nuestra efímera juventud. Te quiero.

martes, 25 de febrero de 2014

El cuadro de una pintura.

Mi habitación manchada de pintura, se siente artista un día de lluvia. Las gotas de lluvia pintan las ventanas de un tono transparente y a la vez opaco. Guardan en su interior, cada una de ellas, todos esos recuerdos olvidados que un día dejaron de hibernar en nuestras mentes. Mirar a través de una gota y ver lo que hay detrás de ella como una lupa. No darse cuenta de cuánto puede llegar a significar.
Las paredes ennegrecidas por el odio se dejan pintar por colores vivos, mezclándose unos con otros, formando un color igual de oscuro que la capa manchada.
El suelo está salpicado de amarillo y azul, los pinceles ruedan por el suelo y hay algún lienzo, tras éstos, la cordura está aterrorizada viendo cómo se está destrozando todo.
Tal vez no esté nada destrozado, todo está en una armonía aparentemente desordenada, pero para su individuo, todo está en perfecto orden.

La pintura se va gastando, las manchas surcan la pared de arriba a abajo y van dejando la marca seca de donde allí se mezclaron.
Las ventanas se abren y dejan entrar la melancolía y la tristeza a bañar el suelo.  Las gotas de lluvia caen y mojan el suelo encharcado. La pintura y el agua de la lluvia se mezcla y se vuelve un color aguado. La rabia y la melancolía, una dura lucha entre ambos sentimientos, acabando en un cataclismo.
Llega la tormenta e inunda la sala, la pintura desaparece y solo quedan los restos de lo que allí fue una explosión de color, colores vivos que se apagaron al fundirse entre ellos, ahora no queda nada.
Cenizas.

Tras la tormenta, llega la calma y el sol brilla en lo alto, secando con su calor cada esquina, cada rincón.
La tristeza se evapora y vuelve de nuevo a las nubes, donde en otra habitación descargará mañana sus lágrimas.
De hogar en hogar la tristeza deja caer sus gotas, cual lluvia, necesaria. Necesario amainar la rabia y romper a llorar, que todo individuo necesita.
Que la rabia sólo es la impotencia de no querer llorar pero notar aflorar las lágrimas en los ojos, brillantes del reflejo del agua y el sol al que miras, intentando ver que más allá de tu tristeza. La soledad de un dios que permanece ardiendo, por los siglos de los siglos.

sábado, 22 de febrero de 2014

La sinfonía de sus dedos.

Como dos artistas,
músicos.
Tal vez manchando lienzos,
en blanco.

Mis dedos son el arco,
y su espalda las cuerdas.
Como una sinfonía,
como un solo de violoncello.

No hay pauta escrita, 
partitura alguna.
Se deslizan suavemente,
una de las cuerdas se estremece.

Dejé ser el lienzo de sus pinceles,
pintando cada poro de un color,
cada esquina,
negro.

Fui un libro abierto en blanco,
aún por escribir,
la tinta es su sangre,
los versos su corazón.

Tintero de mi espalda
tinta de mi corazón,
siente cómo fluye cada día,
cómo arde nuestro sol.

jueves, 20 de febrero de 2014

Cicatrices internas.

Desangrándose. 
Muriendo poco a poco, el corazón se me resbalaba de las manos, agotado. Cansado de no haber aprendido a cicatrizar sus más profundas heridas, sus lazos pobremente cosidos con una aguja al rededor de las heridas se habían roto, escupía sangre.

Muriéndose.
Su voz se oía pálida; sus ojos se veían negros y su tacto se sentía ausente. Encharcado de sangre, intentaba moverse por el suelo, intentando coger de nuevo el sedal, sin anestesia, aunque doliera, intentar volver a coser sus heridas. Apaleado, casi asesinado, agotado y entristecido. Aún tenía un poco más de fuerzas para luchar por la poca vida que aún le quedaba.

Agotándose.
Las agujas del reloj cada vez iban más lento, el tiempo se paraba y sus ojos se cerraban. Ya no había fuerzas, ni ganas. Esperaba que alguien llamara a la puerta.

No quedaba nada, las últimas gotas estaban por caer, resbalándose, el reguero de sangre se extendía a lo largo de todo el suelo, enfermizo, con su tacto pálido y mortuorio, comenzaba a caer el día.
Sus ojos se habían cerrado.
El tiempo agotándose; tres, dos...

Vuelve a abrir los ojos, está en el suelo y éste está intacto, su cuerpo late, bumbum, bumbum. Vota en el suelo y, sorprendentemente, sus heridas están perfectamente cosidas con un lazo rojo, para que no se note. 
A su lado, al girarse, encuentra otro ser como él, atado, bastante vacío, late con fuerza para recuperar la sangre perdida, están atados, unidos.

-Disculpa, ¿qué ha ocurrido? 
-No te preocupes, soy tu ángel de la guarda, cosí tus heridas con mi lazo, deshilaché mis heridas y ahora intento recuperar la sangre que te he dado para que vivas. Pero necesito vivir a tu lado, el brillo de tus negros ojos me ha enamorado. 

Gracias por coserme a ti, por coser las heridas internas de mi corazón, por arriesgarte por mi; por todo.



Cenizas de cartas a nadie.

El viaje sin rumbo del viento,
de oeste a este, de este a oeste,
cansado, agotado.
Cargado de recuerdos olvidados.

A su espalda,
miles de cartas quemadas, cenizas.
como el agujero de nuestro corazón,
negro.

Pesa más que una vida,
viento, estás envejeciendo,
descarga cada recuerdo,
aniquílanos.

Hace tiempo que no bailas,
elevando las hojas de árboles,
posando desnudos,
para ti.

Déjame ver qué hay tras esos recuerdos,
tras esas lágrimas.
Inconscientes,
olvidadas.

Has perdido tu brillo y tu olor.
Primavera, verano, otoño, invierno.
Descarga las lágrimas ajenas.
Haz que llueva.

Sé más importante que su dios.
Vuelve a resurgir,
tantas cenizas,
te han calcinado cada poro de tu suave piel.

Aniquila todo a tu paso,
recuérdanos por qué vivimos en este,
infierno. 
Sálvate. 

lunes, 17 de febrero de 2014

Noches de días, días de noches.

Hay días que no estoy en mi cuerpo,
días en que mi mente va de por libre.
Vaga por sí sola, es independiente,
intenta buscar respuesta a todo.

Hay días que mi pecho está vacío,
que puedo hundirlo sin hacerme daño,
que las costillas están abiertas
y mi corazón ausente se encuentra.

Noches en las que vuelve de madrugada,
con gramos de droga en cada ventrículo,
borracho de dosis de endorfina en sangre,
esperando acostarse de nuevo.

Noches en que la luna quiere fiesta,
pero mis persianas están bajadas.
Cuando quiere salir a bailar,
se cree la reina de la pista.

Soledad, las estrellas cansadas,
la dejan bailar a su son,
ellas esperando terminar su jornada,
esperando que despierte el sol.


Delegados.

¿Qué es un delegado? Alguien, a quien le cedemos nuestro poder. En quien delegamos el poder, valga la redundancia. 
Tenemos un delegado en nuestra clase, quien nos representa como clase, alguien a quien normalmente solemos dar nuestra opinión sobre temas comunes y se hacen unos votos. Suele ser alguien serio, responsable, en mi caso, es la primera de la clase. Muy responsable y podría decir que incluso la más lista.
Un delegado no sólo existe en nuestro ámbito de clase.
¿Qué son los políticos? Ellos también son delegados, cedemos nuestro poder en ellos pero, ¿en cada uno de ellos? ¿Qué es eso de que elegimos a un partido político y no a cada persona? Quiero decir, tú estás votando al pack de personas de cada partido político. En cambio en los pueblos eliges al alcalde, no al partido político de quien forma parte, es más, un mismo alcalde puede ir cambiando de partido político, pero sigue siendo la misma persona responsable que defenderá y proporcionará las medidas necesarias a su pueblo. Pero, ¿cómo es que tenemos que votar a todo el partido? ¿Por qué sólo hay que poner el nombre de ese partido? Y es más ¿Sabemos cada una de las medidas que ellos pretenden dar si les elegimos?
Nos venden la moto. 
Un partido político, por lo menos los de este país están fatal organizados. Pero fatal. ¿Cómo es que ponemos un ministro en sanidad que no es médico? ¿No sabrá más y mejor, un médico en su sector que un abogado?  Bien es verdad que a su espalda, tenga un equipo de gente especializada en cómo dirigirlo y cómo hacer bien las medidas necesarias. Porque tampoco es, que una sola persona asuma todo el cargo. Demasiada presión. Ya no hablamos de que esa persona sea la idónea, TÚ la has elegido. 
Como dijo Platón, En la política todos sabios y buenos. 
Sinceramente ¿Qué pinta un abogado, o es más, alguien sin bachillerato siendo ministro de educación? ¿Por qué no un catedrático? Qué más da la asignatura que imparta, pero será mejor eso a un abogado, pienso yo.
Y elegir a la persona, informarnos por cada persona que se presenta, y no al partido, el partido ya se formará después, cuando hayamos elegido a cada persona.
También, lo de La soberanía está en el pueblo no estoy del todo de acuerdo. Deberían ser, aquellos más sabios, aquellos que más saben y por supuesto, no avariciosos, aquellos que puedan aportar opinión. A ver, no vamos aquí a restringir el voto pero, al menos, ya que tenemos supuestamente la soberanía, ¿qué menos que no perjudicar a nuestro propio pueblo? Pregunto.
Este país está muy mal repartido, en unos puestos tan importantes como el representar un país, dirigir un país y que no caiga en la crisis, deberían estar los más inteligentes, mentes brillantes, los mejores. Y que no falte nunca, de buena intención y sin avaricia. 
Que ya nos habéis robado bastante, ¿no creéis que ya basta? Un alto al fuego por favor, que estáis cavando vuestra propia tumba. Que cuando todo el pueblo se levante, como en la Revolución francesa, o en la Ilustración, cuando pensadores como Rosseau, Voltaire, comenzaron a pensar por ellos mismos (cosa que sobre luego escribe Kant, y en lo que se basaron los de la Revolución francesa) todos vosotros, los políticos, los que ahí bien en vuestra nube estáis, os tiremos.
Pero qué bien se está en los sofás viendo el Clásico, ¿eh? Ojalá no nos toque vivir en la calle, desahuciados, como mucha gente de este país. ¿De verdad lo llamáis país? No le deis ese prestigio a esto.  

domingo, 16 de febrero de 2014

Invierno.

La luna dejó de ser tan increíble y el sol comenzó a fundirse. Las mariposas ya no eran tan bonitas, parecían apagadas, lúgubres. Las hoja de los árboles se caían muriendo al posarse sobre la hierba seca y grisácea de lo que un día fue, un verde campo que se extendía hasta fundirse con el azul del mar.
La luz del sol era intermitente, las noches eran más largas y los días más cortos. Lo poco que quedaba de luz dejó de ser brillante; grisácea.
En los balcones ya no había flores peleando con la brisa al jugar entre ellas.
Las chimeneas resoplaban y las casas se llenaban de gente. Las calles vacías.
La gente dejó de caminar por las estrechas calles de una pequeña ciudad.
Calles agotadas, cansadas de estar levantadas cada día, sin movimiento.
Edificios cansados de soportar la caída de la lluvia y el frío de diciembre.
No quieren que él esté aquí, todos quieren su ausencia. Todos quieren que él se vaya.

Y nadie, nadie se da cuenta de que él, es quien más solitario se encuentra.  Se alza al horizonte en noviembre, su caballo blanco amenazador cabalga al raso del mar, vulnerable ante él. Llega a la orilla donde, sin piedad y obligado, llena todo de frío y tristeza; obligado por su diosa, la naturaleza.
Blanco, nieve, frío, resguardo. Vienen tiempos duros para todos. Y él, odiando quién es, y qué hace, año tras año llega, cada vez más cansado y arrastrando los pies, para volver a soplar al borde del mar y congelar cada continente.
Hubo un año que no llegó. Se acercaba diciembre y nadie aparecía al final del sendero oceánico. Tan sólo llegó una carta.

No son buenos tiempos para quien es lúgubre y apagado. La luz del sol os he devuelto, el brillo de la luna ha regresado y el calor viene para quedarse. Siento haberos amargado los atardeceres de los finales de año. Tan sólo estaba obligado a ello. Hasta siempre, amigos.

Nunca más se le volvió a ver. Me pregunto qué fue de él y si encontró su compañía, como un corazón muerto encontró la vida gracias a otro en cicatrización que con su sedal le cosió a él para poder sobrevivir juntos.

sábado, 15 de febrero de 2014

Efímero eterno.

Como el humo del cigarrillo en pleno invierno, se confunde con el vaho de su boca.
Como el beso de despedida. Como los abrazos de añoranza.
Efímero.

Si su sonrisa pide un beso,
si mis ojos suplican el suyo.
Si cada día es más largo,
si a su lado falta mi cuerpo,
si cuando falta, ardo.

Ardiente como el Sol del cielo,
ardiente como el infierno del subsuelo.
Impura; cada poro de mi ser,
cada rincón de mi infierno.

Dejé de soñar, dejé de dormir, me limitaba a verle acostarse cada noche en su cama, recostarse. Pensar en tenerle al otro lado de la cama acurrucado.
Cada noche se convertía en pensar en un futuro y olvidarme del presente, cada noche imaginar un futuro.
¿Qué veis cuando miráis al futuro?
Yo le veo a él, sentado en un sillón similar al de mi casa.

Como una obra de arte; como una obra musical. Como mi fuente de inspiración, como las musas de los artistas griegos.
Como la dulce melodía de una sinfonía, como las entrelíneas de un texto con dedicatoria implícita.
Como el anónimo de La Celestina, escondida su identidad en sus primeros versos.
Como cada dolor de cabeza, el rintintín de un martilleo, como mi única razón para seguir aquí.
Y que sigas siendo eso; la razón.
Como aquella canción, como las miles de canciones que llevan tu nombre, llevan tu piel y tus ojos a través de ella.

Mis versos tienen tu nombre, mis pinturas tu piel y mis obras tus ojos. Piénsalo, que aquí ya no somos uno cada uno, si no dos juntos.

jueves, 13 de febrero de 2014

A la oscuridad del sol dormido.

Pasan las noches, deseando que me despierte viéndole dormir. Pasan los días esperando a que llegue la noche para soñarle.
Si me concentro soy capaz de sentir su mano surcando la mía. Puedo notar su soplo de aire en el cuello. Soy hasta capaz de recrear su calor del torso desnudo sobre mi ombligo. Soy capaz de imaginarle a mi lado, durmiendo. ¿Pero qué es la imaginación si no más que un montón de pensamientos reprimidos que no hacemos realidad? No puedo hacer nada por cambiarlo, sólo esperar.

Susúrrame al oído que me quieres.
Grita en lo alto que soy tuya.
Nadie te oirá, tenlo por seguro.
Nadie, excepto yo.
Dime que me quieres, dime.
Dímelo, seré la mujer más feliz.
Como la rosa en primavera,
como la brisa del mar,
como tus ojos al caer,
como tú, al amar.

Soy el intento de artista de mi dios, él el artista en toda regla de un intento de musa; yo. Dicen que somos siameses, gemelos, almas gemelas.
Déjame demostrártelo, esta noche,

Esta noche, olvida todo, déjate llevar. Que la oscuridad sea tu guía, y tus manos sean tus ojos por el mapa de mi piel. Deja correr cualquier preocupación, olvídala por unos instantes, deja fluir tu imaginación, dibuja en la oscuridad, déjame dibujar en el lienzo de tu espalda. Déjame, esta noche.
Tus ojos brillan dejando ver en la oscuridad tu sonrisa reflejada. Mis ojos pueden tocarte y mi sonrisa sentirte. No puedes huir, de la cama caerás, déjate llevar.

martes, 11 de febrero de 2014

Sin título.

Las noches en vela y los días en sueño. 
Las tardes frías, sombrías de invierno.
¿Qué hora es? Perdimos la noción del tiempo 
Aquí siempre es de noche y no se ven las estrellas. 
Aquí los sueños se escriben en la arena.

Déjame sangrarme un verso más, déjame inyectar mi dolor en una letra más. Déjame dedicarte cada trozo vacío de mi corazón, una coraza hueca, donde en su día sangre se halló. ¿Qué hay ahora? Otro corazón, el mío no es, fue un regalo de mi amor.
Yo nada a cambio le pude dar, tan sólo los restos de un corazón roto que él entre noche y noche cosió. Pero no juntó las dos mitades de mi antiguo corazón.
Unió la mitad del mío y la mitad del suyo, implantándolo de nuevo en mi pecho y en el suyo.

Lo oigo latir, late más fuerte que nunca, con más vida. Bombea sangre que ya no se derrama en mis versos. Ahora ellos están cubiertos de recuerdos. La soledad desapareció y en su lugar su presencia me dejó.
Ya no duermo abrazada a ella, pena me da, me arropaba cada noche y me dejaba su calor.
En su lugar me duermo con sus buenas noches desde ocho kilómetros de distancia. En su lugar mis noches no son a oscuras. Desde mi ventana puedo ver lucir una estela que viene de lejos, la estela de su corazón de oro.

Son las noches y la luna.
Son los días y el sol.
Cada día que pasa,
cada noche me abrasa,
cada momento en que,
sin darme cuenta,
tu sonrisa me falta.



Se nos cayeron las alas.

Tan solo somos dos poetas que,
en el infierno atrapados están.
Grita todo lo que quieras,
que ellos jamás te oirán.
Una soledad zurda, amarga.
Un viento frío, apagado.
Este infierno se está muriendo,
nuestros ojos se están nublando.
Somos sombras grises, apagadas.
Somos el resto de  lo que un día,
brilló bajo las estrellas.
Felicidad que el mar traía.
Sus olas se quedaron dormidas,
en la noche más corta del año,
en el intento de recobrar,
su amor que habían matado.
Las dagas estaban desafiladas,
llenas de sangre seca, apagada
Llenas de odio y coraje,
de dos vidas acabadas.
Caímos en este infierno.
Rojizo y caluroso, acogedor.
Ahora ennegrecido, apagado,
tan solo nos inspira terror.

lunes, 10 de febrero de 2014

Oscuridad de invierno.

El reloj de la pared se ha parado,
las horas no pasan entre estas sábanas.
Pleno invierno y mi cuerpo arde,
pero no está solo.

Sus clavículas desnudas están rogando un soplo de aire caliente recorriendo su estela.
No hay tiempo para pensar y menos para parar. 
El silencio se rompe entre respiración y respiración. Todos salen huyendo, incluso el oxígeno. 
¿A dónde van? 

Sus miradas se entrecruzan, tumbadas.
En la oscuridad de la habitación,
El silencio rompe el sonido en dos,
sus miradas no ven; sólo pasión.

Se oyen los latidos de su corazón,
en su ardiente pecho desnudo.
Mis manos dibujan en su espalda,
lo que un verso dejó siendo mudo.

La oscuridad me pregunta si al alba este sueño morirá,
si quiero que la noche se perpetúe una eternidad más
Mi respuesta, una simple sonrisa y una frase final:
No te preocupes, pues mi sueño es la realidad.





Nox.

La luz vuelve a quedarse sin batería.
El brillo se va apagando poco a poco.
Las lágrimas arrasan su color.

Pensé, que volviste a mi lado, pero esta vez para estar en mi bando. Me has ayudado, me has hecho comprender quién era.
Pensé que te habías dado por vencido. Que habías asumido la derrota y me has vuelto a atacar.

La luna salió a bailar,
su resplandor blanco,
su sonrisa en lo alto.

Tú tampoco me vas a ayudar, imagino. Prefiero esconderme bajo mis sábanas e intentar dormir, pero sigues observándome.
Me miras a través del cristal, golpeas las persianas.
Mis ojos se entrecierran, pero las lágrimas los desvelan.

La luz que iluminaba mi camino no está,
su lejanía me impide poder verla,
el corazón se me resbala entre el estómago.

No puedo verte, pero sí oírte, oigo tu impotencia y tu tristeza. Oigo tu llanto interior y tu rabia.
Quizá sea hora ya de dormir, me dije.
Mis pocas ganas de seguir en pie se apoderaron de mi y caí en la cama.

Dije una vez, que había dejado de soñar,
pues mi sueño se había convertido en realidad.
No olvides mis palabras, no me olvides.




sábado, 8 de febrero de 2014

Las manos frías y el pecho caliente.

Las gotas se suicidan tirándose desde el cielo, muriendo al chocar en cada uno de nuestros rostros. 
Jamás fui alguien. Jamás importé. 
Mi paso dejaba huellas ensangrentadas de un corazón que se resbala por dentro, hasta que llegue el día que caiga al suelo.
No soy lo que alguien necesita. No soy la sonrisa de nadie, ni si quiera la mía. Jamás escribí nada con mis manos. Sólo fue el intento de suicidio, el brotar de mi sangre fuera de mis venas en un papel en blanco.
Siempre fui una más, quizá ni eso. Alguien sin importancia.

Vomité versos, sangré sentimientos y lloré recuerdos. 
Me perdí entre las sábanas, no conseguí salir. Mi cuerpo murió en ellas. Mis gritos se ahogaron en un mar de lágrimas, de errores que se pagan muy caro. 
Noches donde la luna no sale a verte, días en que el Sol se queda dormido. La sonrisa se suicidó de ver sus ojos llorar. Los ojos lloraban porque se apagaba su luz, luz que hacía años que se había fundido. 
Las manos frías sobre un viejo piano hacen sonar suavemente las teclas, con miedo. La soledad es su único público que aplaude mientras miro mi reflejo cansado en él. 
Y preguntarse por qué lo hice. 

Los errores se pagan, nadie perdona, ni si quiera me sé perdonar a mí misma. Caí en lo más fondo de un mar congelado. 
Dejé de llorar lágrimas y comencé a derramar sangre por los ojos. El rostro enrojecido.

La habitación a oscuras, en una esquina. Sé qué quiero hacer, pero no soy capaz. Sería muy cobarde. 
 
Los finales felices sólo se consiguen si consigues luchar, pero si nadie te da la mano para salir de un océano, si nadie te enseña a nadar, si nadie te dice que si das una patada a las sábanas ves la luz, si no te dicen que levantes la persiana o abras la puerta para salir, si nadie te ayuda ni enseña. Si la soledad te ahoga por detrás. Si te pierdes entre la oscuridad de tus ojos, apaga la luz.

jueves, 6 de febrero de 2014

La luna no sale a bailar en el infierno.

Poetas del infierno, trazan la realidad en cada uno de sus versos.
Aquí abajo hace calor, llamas se alzan en lo alto de los pilares que sostienen lo que arriba denominan mundo.
No podemos salir de aquí, condenados a vivir bajo tierra en una dimensión paralela. El calor roza nuestros cuerpos deslizándose por cada poro. Todo es rojizo.
No sabemos qué día es, ni si es de día o de noche, aquí abajo no se ven las estrellas.

Sentada en el suelo lleno de cenizas, intento dibujar un verso en mi lienzo blanco. Mis dedos no pintan de ningún color. No trazan nada.
Hasta que descubrí que el mejor lienzo no era un lienzo en blanco, ni si quiera liso.

Mis dedos dibujaban en su espalda, surcándola de arriba a abajo, se estremecía al llegar al final de ésta.
Entre tanto silencio, se oye una suave risa, al rozar su costado con mi índice. Se gira. Puedo mirarle a los ojos, aunque entre la penumbra sea complicado.

Vivir aquí abajo nos ha convertido en las sombras de la segunda dimensión, nadie nos conoce, pero sin nosotros el mundo no se sostiene. Los pilares rodeados de llamas que se alzan a lo alto.
La oscuridad esconde demasiados secretos; el brillo de sus ojos. Adentrarse en su pupila.

Bienvenidos al país de nunca jamás, donde si entras jamás te irás.

miércoles, 5 de febrero de 2014

¿De qué vale levantarse si todos se quedan sentados?

El café se está quedando frío y tú sigues ahí sentado leyendo un libro. Estás solo y observas a los demás en las mesas.
A tu derecha, un grupo de cinco chicos, más o menos de tu edad, escuchas un poco de la conversación. Mujeres. Con cuantas se ha acostado uno, el otro, el otro y así sucesivamente, cómo eran, qué hicieron. Prefieres no escuchar más. <<Qué poco valen las personas así>> Piensas.
A tu izquierda, dos mujeres, un año menos, dos quizá. Se ríen mientras miran una mujer, sola escribiendo algo en un pequeño papel doblado. Lleva gafas y el pelo recogido en una coleta. Las otras dos chicas no paran de reírse y sientes compasión por aquella mujer. <<Qué pena me dan>> Piensas.
Y por un momento crees ser la única persona en ese instante que razona, que ve las cosas como son realmente, como alguien maduro.
Pero, ¿y si esas personas piensan lo mismo de ti? Desde su punto de vista.

Quizá la clave no sea el "qué es razonar, qué hay que razonar" si no, qué crees tú que es lo correcto, qué crees que es lo que deberías hacer, y dejar de fijarte en los demás si razonan o no.
Y ahora es cuando me pregunto ¿Qué es la sociedad? Si no es más que la masa de personas que se rigen por una serie de normas preestablecidas por ellos mismos, o eso pretenden creer. Realmente ellos no han sido, ellos tan sólo son las mascotas atadas a un dueño, quien manda. Nuestro país se rige por una democracia, otros por república, pero no nos damos cuenta de que todo es un completo absolutismo. Donde nosotros tan sólo somos una parte más de lo que antes era "los campesinos" los que no valen para nada, los que los utilizan para favorecerse. ¿Que qué digo? Pues veamos.

Mírate, ¿qué llevas puesto? Ahora mismo, por estas horas diría que el pijama. Muchas chicas, por no decir todas, hemos tenido un pijama de Hello Kitty, ¿miento? Veamos ¿Qué es Hello Kitty? Comenzó (creo) como una serie de ropa, que pronto alcanzó ser un producto multimillonario. ¿Cómo es el pijama? Con su imagen, ahora como mucho os lo verán vuestros padres pero seguro que no solo es eso, carpetas, agendas, camisetas, pendientes o collares, os lo ven, lo quieren, "culo veo culo quiero" sí sí, dicho antiguo pero que es cierto, y así poco a poco ellos ganan poder mientras tú estás promoviendo su negocio. Anda, curioso, ¿no?
Carolina Herrera, no hay bolso en el que no ponga en gigante CH, y todos sabemos qué significa. Todos. Bien que ayudamos a la mujer esta con su línea de ropa, ella se forra, nosotros como imbéciles ayudamos a la causa. Ellos se benefician, nosotros compramos (sin necesitarlos, o dime tú, ¿para qué quieres un bolso de CH si puedes comprarte uno normal en otra tienda sin marca?)
La iglesia, ahora ya no tanto, porque nos podemos documentar mucho, pero antes: NO HAGAS ESTO O EL SEÑOR TE CASTIGARÁ E IRÁS AL INFIERNO. Pero vamos a ver, so mendrugos. ¿Dios no perdona todo? Pues no me toques la moral. Si Dios perdona el demonio está en paro ¿ o cómo? No podías ser zurdo, era la mano del diablo, estabas poseído y es más, te mataban (olé yo que a mi me habrían matado) Tenías que hacer todo lo que la iglesia (o la biblia, vaya) te decía, o irías al infierno. Lo del Dios bueno para ellos, si eso. Qué gracioso, que la mujer tenía que obedecer en todo al marido, o iría al infierno. Pero el marido sí se podía follar a todas las fulanas que quisiera, Dios se lo permitiría. Ay señor, mentes privilegiadas de la edad media donde os escondisteis, ah sí, os quemaron por brujas. Perdón.
Y ya no te digo si nos ponemos a hablar del gobierno. Ahí sí joder, ahí sí, Dios malvado y vengativo, mátalos o mételos un palo por el culo pero que dejen de robar mi dinero, coño. (En nombre de toda España) Nos regimos por unas leyes que han impuesto dos personas. Nos gobierna un tío que no sabe hablar, que la probabilidad de que muchos políticos tengan estudios es casi nula. Pero ellos gobiernan y como hagas algo que no les gusta, adiós.
No sé, que son muchas cosas y que uno solo no las puede cambiar. Y como he dicho en el comienzo de todo este párrafo infumable, no soy la única que piensa y razona, que los cambios no se hacen solos, pero que todos estamos muy cómodos viendo el clásico en la televisión. (Yo no, desde luego) que el futuro del país y del mundo está en nuestras manos y muchos están con una mano en la cerveza y la otra rascándose los huevos (o haciendo otras cosas, qué sé yo)

domingo, 2 de febrero de 2014

Las noches no acaban igual que comienzan.

Aprender a callar y aguantar. Por encima de todas las decepciones, aprender a callar y mostrar indiferencia.
Volvemos a esa época, donde lo mejor era retraer tus ganas de gritar y acumularlas en un hueco vacío al lado izquierdo del pecho.
Encerrarse en una habitación y esperar a que vayan pasando los días, dejar de creer que mañana puede ser un día mejor o peor. Que te de igual si es lunes, martes o viernes. Que cada día es la misma rutina de puertas para dentro, que la luz que aporta a mis noches está a ocho kilómetros de mi habitación. Al menos, la suerte es que puedo verla resplandecer aunque sea a través de mi ventana.
Dejé de creer en que existía una familia. Me dais envidia los demás, de verdad.
Vuelven los tiempos en que un domingo se convierte en desayunar, ensayar y tal vez escuchar música encerrada en la habitación, no mediar palabra y dormir.
Aprender de nuevo a callar e intentar pasar desapercibida, que nadie se percate de tu presencia.
Al fin y al cabo, nada vale nada, al fin y al cabo, todos acabamos en el mismo lugar, tarde o temprano.

Dejar de preocuparse tanto por las cosas, una vida es eso, una vida, y es efímera. Pocos dejan huella, y cuando te vas, no te recuerdan al paso de los años.
Es triste, pero es cierto. Llega el día, en que sobramos aquí, nos vamos. Pasan los años y sólo queda una lápida con tu nombre y tu fecha de nacimiento. Tal vez flores muertas a un lado.
Entristece pensarlo, no poder dejar huella en este mundo, por ser quien eres, ¿qué soy? Una niña de dieciséis años que no se sostiene ni a ella misma. Una cría que tiene más pasado oscuro que un agujero negro. Aún me pregunto cómo puede haber gente que aún diga "yo la quiero" no lo consigo comprender.

Miro las fotos de mi pared, hay millones de sonrisas pero ninguna verdadera. Ni una. Esas sonrisas no se pueden retratar, no puedes fotografiarlas, en mi caso, no es lo más bonito que puedas encontrar, no me gusta y no debería verla nadie. Intentar esbozar una sonrisa tímida que no se abra demasiado, no es bonito.
Aún hay a quien le gusta verlo, aún.
Suena tan, tan melancólico, tan triste, lo releo cada vez que escribo un nuevo párrafo y, en fin.
Simple desahogo.
Disculpen las molestias.