sábado, 26 de noviembre de 2016

Hace frío

Aprende a querer.
Nunca me enseñaron cómo se debe tratar a una persona, en el colegio te enseñan matemáticas, química, biología pero nunca puedes aprender cómo querer a alguien; mi asignatura pendiente.
Aprendes a querer a lo largo de la vida, según te haces mayor te das cuenta de quién y quién no te hace daño, quién y quién no te quiere. Pero realmente nada es tan sencillo. Quieres a quien no te quiere, olvidas apreciar a quien te quiere y encima lo tratas mal. Olvidas querer a quien quieres y quieres a quien no deberías querer, y luego vienen las lágrimas.
Yo no sé querer. Me enfado, me ofusco y me encierro en mí misma creyendo estar a salvo de todos los monstruos que hay en mi corazón, pero siempre están ahí. Siempre seguirán conmigo.
Quiero que me quieran por encima de todos los monstruos que hay bajo mi cama, de la oscuridad tan negra que invade mi cuarto cuando apagan las luces al anochecer. Quiero poder mostrar al mundo qué hay debajo de mi piel, un corazón cosido malamente por una chica que nunca aprendió a hacer nudos del todo bien, lleno de imperdibles para no olvidárselo en casa, con trozos de tela de su propia falda cosidos para no desangrarse. 
Quiero aprender a querer, a saber cómo cuidar a una persona, a no destrozarla entre mis dedos dejándola caer hasta el fondo de mi alma, quiero saber cómo se siente una persona querida y protegida. Quiero saber cómo es querer de verdad, pero soy un desastre.
Me paso los días buscando pedazos de mi corazón entre las sábanas, porque todo aquel que se recuesta entre ellas acaba rompiéndolo un poco más. 
¿Y qué pasará cuando ya no haya arreglo? 
Quizá deje poco a poco de bombear y se vaya enfriando.


Escribo esto tiritando. 

domingo, 20 de noviembre de 2016

Quiero ser

Quiero ser guapa; sin maquillaje, sin pintalabios, sin hierros en la boca, sin ropa. Lo bonito está en el interior, no en el envoltorio. Pero a todos nos gusta ver algo bonito en el reflejo del espejo.

Es gracioso, hablo de mis ojeras como de la cama donde a veces duermo; tan grandes y yo tan pequeña. Los ojos como platos, negros como el carbón donde a veces se cubren de un mantón rojizo a causa de fuertes lluvias. Es complicado esconder un secreto con ventanas tan grandes sin cortinas.

Camino con una doble plataforma para no hundirme en los charcos cuando llueve; hace frío. El color negro atrae el calor pero siempre acabo con los pies destemplados, con las manos frías se toca muy mal el piano; al menos llego a los pedales. Me gusta Debussy porque me siento libre, como una mariposa posándose en cada tecla pero a veces necesitas recurrir a Bach para encontrarte encerrado entre los barrotes de un reglamento a seguir.

Quiero ser guapa. No sentirme inferior cada vez que hablo con otra mujer, cada vez que pienso en que mi maquillaje no es perfecto, no tengo esa sonrisa profident ni un metro setenta. Quiero mirarme la espejo sin pensar en unas caderas grandes, unos tobillos feos y un culo que no deja subir los pantalones pitillos a la primera.

Seguiré vistiendo de negro, con mis zapatos de doble suela y mi raya del ojo negra y rosa. Olvidaré peinarme todas las mañanas pero siempre oleré al mismo perfume francés. Seguiré midiendo medio metro y llevando mi bufanda de Slytherin porque un día llegarán las arrugas, los brazos fofos, las bolsas bajo los ojos y añoraré ser la niña de dieciocho años que se acomplejaba por tener un poco más de cadera de lo normal.


sábado, 19 de noviembre de 2016

¿Con quién compartes tu cerveza?

Me gusta comer cereales con leche en la cama, las películas con una manta y buena compañía; como la cerveza. Ni helada ni turbia, cafetosa. Servida en un vaso de pinta en un irlandés. 
Nunca aprendí a diferenciar con quién debo compartir una buena cerveza, una conversación interesante sobre política, libros y viajes. No es sencillo encontrar alguien, nunca lo fue. 
Aparecen y desaparecen personas como el abrir y cerrar de un tirador. Llegan, les abres la pequeña puerta que da a ti y se van sin cerrarla, ni siquiera es de buena educación. Hace tiempo me planteo echar el cierre. ¿Para qué dejar pasar? Si no ven más allá del alcohol que les sirven en la barra.
Me gusta pensar que aún hay gente que valora el buen sabor que tiene una cerveza con la compañía adecuada, viendo cómo se manchan los labios de la espuma.
Mientras tanto seguiré aquí, apoyada en la barra de un bar cualquiera esperando que alguien se siente en el taburete de en frente, quizá hoy no sea la noche. Ni mañana un buen día, quizá dentro de varias semanas tampoco. O quizá este no sea mi bar.