jueves, 8 de octubre de 2015

Sentimiento intemporal.

Me enamoré del arquear de sus cejas cada vez que desaparecían en su pelo. De todas las veces que habíamos tomado un cola-cao en un bar con un piano. 
Me enamoré de la multitud de personas saltando al ritmo de una batería, del brillo de nuestros ojos en aquellas fotos cuadradas en las que tú siempre salías sonriendo. 
Me enamoré de las veces que no te vi vestido en camisa, de pensar en que algún día pueda verlo, de todas las veces que me prometiste que algún día me llevarías a todos esos sitios de los que hablábamos. 

Sinceramente, me enamoré de la vida, de tu sonrisa al otro lado del coche, de tus buenas noches mientras bajas la música para poder mirarte a los ojos. 

Me enamoré de aquel camino que lleva al faro de Santander a las doce de la noche, de las luces que se ven desde un campo a oscuras.

Me enamoré del sonido de una púa rozando unas cuerdas de guitarra, de la música a todo volumen y del sonido de los tiros de una play station. 

Me enamoré.

Sigo sin entender por qué existen los pretéritos indefinidos. 

Soy incapaz de establecer el verbo enamorarse en el tiempo, porque siempre lo estuve y siempre lo estaré.

Será un sentimiento intemporal.