domingo, 30 de marzo de 2014

Momentos que llevan nombre de canción.

Tras un cristal, un adiós. Un hasta luego. Su figura desaparece y ojos resplandecientes se empañan vergonzosos.

Aprendí en este viaje que no soy de personas. Aprendí que prefiero la soledad, un par de personas y un ambiente tranquilo.
Aprendí que las personas pueden tener sus defectos pero ser en definitiva, grandes personas.
Pero sobre todo, corroboré algo que estaba deseando de hacer.

Antes, me preguntaba qué ocurriría si no pudiese hablar con él cada instante, oír su voz o sentir su calor. Qué ocurriría. Una situación bastante peligrosa si el resultado no es el esperado, si no se echara de menos.
Afortunadamente, y a la vez por desgracia, ocurrió así, no había instante en que mi mente no se evadiera de la realidad e intentara imaginar que estaba a mi lado, dándome un beso en la frente.
Volvía a la realidad donde había treinta y cuatro almas a mi alrededor y ninguna era la que buscaba, todas grises en un cielo teñido del color de su piel. Faltaba el negro, el resplandeciente y colorado negro.

La espera se hace eterna pero el resultado llega, empanado.
Sonríe al llegar y vuelves a notar su calor, impresionante.

El temor se apodera de ti, el no tener su calor hace que entristezca pensando en su ausencia, pero su presencia hace tener miedo a perderle.
Y a la luz sale la verdad, y a la luz sale el llanto.

"No podré soportar el día que te vayas de aquí" Llanto, un abrazo húmedo en medio del suelo de una lúgubre habitación, se oye un piano de fondo, el piano de una película cualquiera, una película que nos identifica, como pareja, como dos.
Me separo tan sólo un par de centímetros, le toco el rostro y está húmedo y no, no eran mis lágrimas, no lo eran.

Un hombre es valiente cuando es capaz de llorar ante una mujer sin avergonzarse.
Orgullosa me siento de él.

Y la verdad, el día que me tengas que decir un adiós recuerda, que contigo estoy, que el día que cosiste mi corazón lo cosiste al tuyo.
Sería un buen momento para que tras escuchar esto, escuchara esa balada que al oír resonar su guitarra mis lágrimas recorren cada poro.



miércoles, 26 de marzo de 2014

Quizá solo sea una mala racha.

Te machacan una y otra vez. Ya no es como antes.
Antes, me machacaban, me gritaban y yo gritaba más fuerte, a ver quién gritaba más, me motivaba a seguir, viendo que era capaz de más. Veía resultados tras martillazo a martillazo. Mis dedos se iban puliendo y se notaba su presencia en las teclas, horrorizadas esperando a ser golpeadas de una manera sutil, con una técnica perfecta, dejándolas sonar al son de una obra que alguien años atrás compuso. O no, quien sabe.

Veías pasar la gente, te adulaban constantemente, ya no. Oyes críticas y más críticas.
Pasan los días y tu agobio va a mayores, llega la semana donde se decide si es cierto lo que pensabas y caes. Qué sorpresa.

¿Y si he caído para no subir a flote? Tus paranoias comienzan a resquebrajarte la cabeza.
Te maltratas escuchando las obras que más te gustan pensando "No, jamás tocaré así" y lo piensas una, y otra, y otra, y otra vez.
Tu cabeza no da para más, rompes.

Quizá una mala racha, una mala época para tu suerte, tal vez.
Te criaste entre las teclas de un piano, creciste viendo crecer tu poderío ante él. Y ahora está muriendo frente sus teclas, te comen, te pueden.

Quizá, no haya más allá. Quizá esté de mala racha. Quizá no.
Esperar y ver cómo de desenlaza.

lunes, 24 de marzo de 2014

El tiempo pasa lento si estás solo.

Sola, qué raro.
Nadie se preocupa, eres un cero a la izquierda, uno más, de tantos.
Lloras, balbuceas diciendo que estás sola, que nadie te quiere, que a nadie importas.

Soledad, bendito tesoro, de verdad.

Adoro comer sola, comes lo que quieres, como quieres y donde quieres. Salón, cocina, habitación. Estar sola, puedes poner la música todo lo alto que quieres, poner las canciones que más te gustan y poder saltar encima de la cama creyéndote Slash con tu guitarra de aire.
Caminar sola por la calle, mirando a la gente mientras suena una canción acorde al ritmo de tu paso.
No necesitas a nadie, es más, molestan.
Es cierto, no tienes a nadie que te protege en esos momentos de soledad pero, mejor solo que mal acompañado, decían.

De pequeño tienes muchísimos amigos, todos te quieren por igual, como a todos.
Creces, y te das cuenta de la maldad del mundo.

De pequeña tenía miedo a los monstruos de debajo de mi cama, de mayor aprendí que los monstruos están tras cruzar la puerta de mi casa.

Y te das cuenta que cuanto más conoces de alguien, más te come por dentro, más daño te hace, más le muestras de ti y más dagas te clavan.

Solo, puedes leer cuanto quieras, puedes hacer lo que más te gusta sin miedo a que alguien te critique.
Dejé el miedo de desafinar por escrito a un lado, y comencé a cantar los versos que en el papel se reflejaban.

La soledad se puede compartir, de verdad.
Cuando conoces a alguien completamente idéntico a ti, y que también, se encuentra en tu situación. Compartís esa soledad, ese momento de decir "¿Y a quién tengo?"
Vuestro camino es un poco menos difícil juntos, un estado de simbiosis para vivir.
Aún estáis solos.

La soledad es bonita, sólo hay que saber maquillarla para salir de fiesta.

sábado, 22 de marzo de 2014

No sé poner título a un sentimiento.

No hay palabra que salga de mis labios, no hay verso que sangren mis venas, no hay sonrisa que defina el amor.
Definir el rozar de su mano en mi barbilla llevándola contra sus labios, definir un beso cuando estoy dormida, en la frente. Definir su preocupación.

El calor de sus labios, humedecidos. El sabor de su cuello.
Gritos de silencio que ruegan un último beso, de despedida.
Sueños entre obra y obra, entre sus templadas manos,
sueños acompañados de un beso en la frente, silencio.

La cadencia perfecta en mi obra en modo menor,
la caricia de buenas noches que falta cada día,
el despertar de buenos días que recibo cada mañana,
la sonrisa de los ojos dibujada en mi reflejo.

No sé describir el amor que desprende una de tus caricias, uno de tus besos en la frente, ni uno de tus abrazos. No sé.

Calor, va rozando los poros, la piel se estremece.
Frío deja al pasar, como una obra melancólica,
suena al pasar y deja lágrima al olvidarse,
entre caricia y caricia sufrimiento de inquietud.

No sé ponerle un título a un sentimiento, no sé ponerle ni texto.
Es un poema en blanco, donde un recuerdo es quien escribe cada verso, cada estrofa. Donde un recuerdo de dos personas se dibuja en el aire.


miércoles, 19 de marzo de 2014

Siglos adelante.

Un cruce de miradas, el simple vuelo de las palabras. Una calada y su humo se evapora, un adiós y los cuerpos giran en direcciones opuestas. El momento del día en que sale el sol a despertar al más dormilón. La noche, cuando la luna se pone tacones de aguja y se carda el pelo, como todos los días.

Me pregunto qué pensarán mis ojos cuando se cierran al besar; mis labios al verte aparecer.
La vida es un recuerdo, como un libro.

Jamás debemos juzgar un libro por sus tapas.
Viejo, destrozado, con las páginas débilmente cosidas y amarillentas. En la portada no pone nada, es burdeos. Carcomida por el tiempo; polvo.
Escondido entre los miles de libros nuevos, relucientes de la estantería. Es muy gordo, tiene mucho escrito en él, incluso notas a lápiz en sus márgenes. Nadie sabe dónde clasificarlo, sin título y nadie se ha dignado a leerlo.
Más de una vez lo han querido tirar a la basura pero, es un libro. Es importante, decían.

Y la gente lo veía al pasar para coger un libro, lo veía y pocos se adentraban a mirar qué había dentro. Lo trasladaban constantemente de sitio, un estorbo para los demás.

Quien sabe los secretos que puede guardar un viejo libro polvoriento.

No os voy a deleitar con dulces versos de amor, ni con romances de Romeo y Julieta. Sólo un desahogo de la vida de un anónimo cualquiera.

Así comenzaba, no recuerdo cuantas páginas tenía.
Sin título, sin autor, sin el nombre de los personajes. Quizá real, quizá inventada. Quizá fue el desahogo de alguien que intentó poner cordura a un tramo de su vida, un parón en seco en tiempos de guerra.

Y que las ventanas de un sangriento corazón se cerraron para que la tormenta no amenazara en su interior. Apagó las luces, bajó las persianas, se metió bajo las sábanas y espero a que amainara.

Curiosidad por la historia.
No debemos juzgar un libro por sus tapas.


lunes, 17 de marzo de 2014

La música une corazones. Une almas gemelas.

Anciana, su sexagésimo cumpleaños. No lo pasaba sola, su marido, tres hijos y siete increíbles nietos.
Era la hora de la merienda y tocaba sacar la tarta mientras contaban viejas historias. Se sentaron todos alrededor de una mesa y, la hija mayor trajo la tarta, chocolate y nata; su favorita, vaya.

Los regalos iban más tarde, no tenían importancia, lo más importante era la reunión familiar. No muy acostumbrada a ello en juventud.
Su marido, dos años mayor que ella, ojos caídos, cejas muy rectas, cabello blanquecino y repeinado hacia atrás, encendió las velas y la dio un beso en la frente; a los viejos tiempos.

Cumpleaños feliz, cumpleaños feliz, te deseamos todos cumpleaños feliz.

Sopló las velas como si fuera su primer cumpleaños con consciencia, feliz. Comenzaron a repartir la tarta para todos. En total eran quince, bonita reunión familiar.

Estaban comiendo tarta cuando su nieta, le preguntó al abuelo cómo se conocieron, a la anciana, tras las gafas se le iluminaron los ojos y una pequeñísima lágrima brotó de éstos, recordaba aquel día como si fuera ayer.

El abuelo comenzó la historia, desde el principio, hacía cuarenta y cuatro años. Se levantó de la mesa y desapareció del salón, la anciana sonrió, sabía qué iba a hacer. Al poco apareció con un baúl bastante grande, parecía pesado, pero podía con ello, y lo puso en el mueble que había tras la mesa. Comenzó a sacar cosas.

Imagino que no conoceréis este grupo, se extinguió hace muchos años y varios componentes de él murieron ya, vuestros padres sí saben cual es, muchos fines de semana lo ponía en el ordenador a todo volumen, es más, recuerdo que vuestro padre, (señaló a dos de los nietos) tocaba la guitarra conmigo los solos de este grupo, seguro que aún se acuerda.
-Y tanto. -Respondió el hijo mediano.
Se llama Mägo de Oz, adoraba este grupo desde los ocho años, me lo enseñó mi mejor amigo de la infancia, y actualmente es padrino tuyo, Clara. (su hija mayor)
Veréis, yo con dieciocho años, pintaba e iba a una academia, allí conocí a una buena amiga mía, a quien le gustaba el rock, o eso decía, y la comenté que este grupo venía a Laguna de Duero a tocar, y ella lo sabía, también iba, con tres amigas. (Miró a su mujer con una sonrisa tras las gafas) El día del concierto quedamos para ponernos juntos y aparecieron ellas tres tras suyo, entre ellas este mujerzuela que tengo a mi izquierda, siempre la izquierda. -Se rió.
Ella no se fijó en mi, aunque muy apuesto yo, estaba delante de ella. Se fijó en mi amigo, el mazas, le llamábamos por entonces.
Aunque ya lo sabéis, vuestra madre y abuela tiene un corazón de oro y un día que todos los del concierto quedamos, yo acabé mal, entristecido y ella apenas conociéndome me calmó un poco el disgusto.
-Antes en las malas que en las buenas, recuerdo. -Le cogió la mano.
Desde esa noche, noté que algo volvía a mi estómago, revoloteando. Y ahí comenzó todo, desde hace tantos años.

Ella ya lloraba, añoraba su juventud, pero no podía quejarse de la vida a su lado.
Siguieron mirando el baúl.
¡Mira! Dijo ella, las cartas que me escribiste.

Sí, recuerdo bien, te gustaba mucho como escribía y te hice tres cartas, una por cada mes.
Todos los nietos e hijos miraban atónitos, los hijos ya sabían esa historia, la habían oído multitud de veces, nunca se cansaban de oír una historia de amor tan épica, de película, decía el hijo.

-Abuelo ¿tú escribías?
Sí, y de hecho sigo escribiendo, para mi, por supuesto. Vuestros padres han leído mucho de lo que escribía, hasta de lo que escribí en juventud.

-¿Os seguís queriendo como el primer día?
Ahora respondió ella. Un día le prometí, hace cuarenta y cuatro años, que cada día que le viera, al acercarme a él, lo haría con la misma ilusión que aquel día dieciocho de septiembre de dos mil trece, al verle apoyado en una valla negra. Desde ese día, cada día le quiero un poco más, a medida que me enseña cosas, y me ha enseñado mucho, gracias a él.

Mirando al presente, quería darte las gracias, por enésima vez, por todo. Por cada instante y por cada momento que en un futuro viviremos, que no me separaré tan fácilmente de ti. Que tienes muy difícil separarte de esta pequeña lapita.
Gracias y feliz predieciocho.

Todo comenzó con música. Up in the air.

viernes, 14 de marzo de 2014

El día que deje de quererte.

Tal vez el título bastaría con un simple "gracias" te he dicho muchos a lo largo de este tiempo en que te he conocido, es muy poco, lo sé. Jamás podría darte las gracias y compensarte todo lo que haces por mi.
Tampoco sé qué poner aquí, si te basta con mirarme a los ojos y ver que hay tras esta pupila negra.

Pasan las noches y aquí no estás, falta alguien.
Días en que ves cosas que te afectan hasta el punto de necesitar un grandísimo abrazo y un beso para poder sentirte un poco mejor. Cuando comienzas a valorar lo que tienes y lo frágil que es, podrías perderlo en un día.
Que los días pasan muy rápido y el tiempo no se detiene, va viento en popa en esta carrera a contrareloj.
Ayer yo tenía once años, el pelo corto y aparato, morenísima y pequeñita, sonreía.
Hoy, tengo dieciséis, y las cosas han cambiado mucho, para bien y para mal.

Consciencia; algo doloroso, ves lo que pasa a tu alrededor, ya nadie te protege.
De pequeña pensaba que había monstruos bajo mi cama, hoy en día sé, que los monstruos están tras la puerta.
Crecer implica madurar, pero eso son tan sólo habladurías. Maduras el día que caes en lo más profundo de las fosas marianas.

Y un día, cuando aún no sabes nadar para subir once kilómetros hasta ver la luz sobre el mar azul, te chocas con alguien, insignificante no te fijas en su rostro, le tienes delante, no notas nada.

El amor es ciego dicen, en efecto. Aprender a enamorarse por cómo es en su interior, no por cómo es su envuelta exterior. La mentalidad perdura, la belleza es relativa.
Ni edad, ni sexo, ni distancia. No comprende de nada, el amor es ciego, pero no sordo. No se fija en quién eres, si no en cómo eres.
No confundamos amor, con capricho. Queremos todo y al final no tenemos nada.

Ahora sí y por enésima vez. Gracias, porque estamos navegando a la deriva sin rumbo fijo, sin saber qué ocurrirá mañana, ni pasado. Sé quien soy gracias a que en tu pecho hay un precioso espejo que refleja mi rostro, mientras tú miras y sonríes.
Porque conseguiste enamorarte de alguien frío y marchito, conviertiéndolo en algo lleno de color y felicidad.

Porque creer que soy increíble, pocos lo hacen. Porque hacer llorar de felicidad a alguien así era imposible, hasta tu existencia aquí.
Bienvenido a mi caos, donde el orden reside en la sonrisa de tus ojos en forma de luna.

El día que mi piano muera, el día que dejaré de quererte. El día que mis pinceles dejen de pintar.

martes, 11 de marzo de 2014

Artistas en paro.

La nota culminante de mi obra a medio escribir. La melodía que besa una espalda desnuda. El trino que surge de unos dedos haciendo sonar unos labios sedientos. El pincel que desvirga un lienzo; de rojo.
Calentar los cuerpos a la luz de una vela apagada en su interior, ardiente como el infierno en su llama apunto de estallar moribunda.
Los relojes de la pared han caído desplomados al suelo, se han parado, el tiempo no pasa. Emerge el calor entre los focos a la luz de la luna, emerge el sonido entre el humo de la oscuridad.
Encontrar la tormenta entre el sonido de una sinfonía; pedí que fueses la tormenta de mi calma.
Recorría de arriba a abajo mi piel esperando encontrar unos labios sedientos de los suyos, la sinfonía que penetraba por cada poro, ardiente en deseo de probar la consecuencia de colisión de sus labios.

Hacía viento, viento que sangraba de un impacto de bala, sangraba recuerdos heridos en el olvido. Intento de suicidio fallido, la necesidad de existir para los demás, sin recibir nada a cambio.
El humo está envenenado de envidia y odio, reside en nuestras mentes pero se almacena en el humo desprendido de los cigarros que fumamos de dos caladas, ansia.
Tocáis nocturnos sin pasión y marchas fúnebres sin lágrima, almas grises que residen por estar.

Artistas, quien da color a un lienzo negro titulado "El siglo veintiuno" quien intenta amenizar las machas fúnebres que suenan de fondo cuando paseas por una oscura calle de esta lúgubre ciudad.

Han prohibido tocar en la calle, el poco color que habían teñido de azul y verde, ha descolorido por la lluvia suicidándose, intentando parar esta locura.

Cada día el negro es más negro y la oscuridad también ha dejado este mundo de locos. La luz se apagó y la oscuridad se suicidó, los colores murieron de vejez y la música caducó, no sabe sonar ella sola.

Déjame ser el pincel que pinte tu suave lienzo; tu espalda.
Déjame ser la pianista que toque una sinfonía en tus labios.
Déjame ser la poetisa que escriba lo bello de tu cuerpo.
Déjame ser quien te pinte de color en este oscuro mundo.

domingo, 9 de marzo de 2014

La vida de una obra.

La vida es como una obra para orquesta y piano. En ella interacciona toda la orquesta, pero el protagonista siempre es el piano; tú.
Una sinfonía, bonitos pasajes, se hacen llevaderos y amenos, pero son complicados de aprender a tocar. Sin embargo, los pasajes más lúgubres, lentos, apagados, en ocasiones son más fáciles de aprender, pero no siempre. Se hacen largos al tocarlos, al oído.
A veces, nuestra obra está escrita en Sol mayor. Amena, bonita, pero siempre aparece su dominante, modulando y a veces lo lleva al relativo menor, tiene pasajes lúgubres y otros en tensión esperando al gran final. El final del primer movimiento.
Otras sin embargo, están escritas en un modo menor, son lentas y apagadas, trasmiten tristeza, tienen varios bemoles en su armadura, o sostenidos que parecen engañar a quien lo ve desde fuera, hasta que la obra comienza. Lento al oído, aún así, desde fuera la pieza se disfruta por su toque lento y melancólico.

Mi obra, escrita en La menor,
carece de alteraciones en su inicio,
siento cada gota de sentimiento,
recorrer cada nota que presiono,
al tocar.

Es apagada, lenta y melancólica,
preciosa al oído cuando es tocada,
cada día, cada instante,
repleta de violines que acompañan,
la suave melodía principal.

Las apariencias engañan. Hasta al más sabio de los músicos, cuando oye una obra jamás escuchada, el oído puede traicionarle. No, no digamos oído, digamos mente. Asociamos tristeza con modos menores y felicidad a los mayores. No es fallo de la persona, está establecido así, incorrectamente.
Recuerdo haber escuchado una vez, el Vals triste de Sibelius, la verdad, es bastante ameno al oído, parecía bonito. Al escucharlo no comprendía el porqué de su título. Ahora sí.
Va dirigido a su madre, su luz se iba apagando poco a poco, ella decía que su marido, ya fallecido iba a sacarle a bailar aquel Vals que bailaban cuando eran jóvenes, ella en momentos de agonía su mente le recordaba bonitos recuerdos pasados y ella, creía que eran reales. Y sí, al final bailó el Vals, pero no con su marido; con la muerte.
Es un pequeño ejemplo de que las apariencias engañan, hasta en algo tan simple como una obra.
El mal llamado "Claro de Luna" de  Beethoven, todos hemos creído que era una obra de amor no correspondido y de ahí su toque melancólico. Sí, y tan melancólico, era una carta de suicidio. A sus veintiocho años de edad quiso suicidarse por su sordera, ¿quién iba a querer un músico sordo? Y sin oído, compuso mi obra favorita. Impresionante.

La vida, como una obra que jamás podremos estrenar en un gran auditorio.
Se compone día a día, me pregunto en qué pasaje de qué movimiento me encontraré.

jueves, 6 de marzo de 2014

Artistas anhelan la libertad.

El pincel que se balancea en su mano izquierda. Sus manos manchadas de óleo rojo, azul, negro. Su cabello caoba recogido en un moño y en él otro pincel más, éste limpio. Sus mangas de una camisa de cuadros roja recogidas por encima de sus codos, bajo ésta una camiseta blanca manchada con algún trazo despistado de óleo que quiso ser el trazo de ese lienzo en blanco.
Escribe trazos en su lienzo; papel en blanco. Deja caer las lágrimas de los sentimientos con la pintura, de arriba a abajo.
Su habitación cargada de cuadros en el suelo, manchado de pintura. Fotos por plasmar en cuadros; recuerdos.
Sus bolígrafos para escribir son los pinceles que tras el tiempo se desgastan y se guardan con los demás para el recuerdo de haber pasado una vida entre ellos. La habitación está iluminada pero los recuerdos son lúgubres.

Me gustaría pintar los recuerdos, cada recuerdo ser un bonito lienzo manchado con realismo. Dejar desahogar cada lágrima en ellos y guardarlos. 

Artista. ¿Quién lo es? ¿El llamado por los ignorantes o el llamado por los eruditos? Todos lo somos.
Una vez, alguien me dijo que un artista es aquel que se mancha las manos, sabias palabras provenientes de un artista en toda regla. Ser artista para muchos, o para pocos. ¿Qué es mejor?
El arte, algo tan complejo como expresar tus sentimientos de alguna manera, ahí está la solución a esta palabra.
Un artista hace eso que se llama "por amor al arte" que si le piden crear algo, lo hace sin pedir nada a cambio, porque ama hacerlo. Algo que no se entiende muy bien, cuando no se comprende el arte. De ahí que se crea que es algo innecesario, algo que "para qué ser un trabajo, si se podría hacer gratis" y que nadie lo valore.
Los museos de mi ciudad están vacíos, los cuadros añoran un vistazo. Esperan ansiosos ser vistos, les gusta ser los protagonistas.

Dejarse llevar por un sentimiento, plasmarlo.
Artistas anhelan la libertad.

miércoles, 5 de marzo de 2014

El amor es pura alegoría.

Momentos, que ni el más bello de los poemas puede describir. Sentimientos, que ni la obra más sentimental puede expresar. Gestos, que ni el mejor de los cuadros puede representar.
Ni el poema más bello del mundo podría llegar a la suela de los zapatos del sentimiento que dicho poeta quiere expresar.
Mirar cuadros y cuadros, intentar descifrar su significado. Hallar el incorrecto creyendo que tu interpretación es la adecuada. El artista que lo creó está muerto, quién sabe qué se le pasaría por su cabeza cuando lo creó.
Obras musicales que crees que son "felices" por estar en un modo mayor, y sin embargo, significan una muerte, un baile con la muerte, una despedida, un adiós. No todo lo blanco y en  botella es leche.

El amor, jamás viene gracias a una celestina, ni volando como el polen, los niños tampoco vienen de la cigüeña de París. El amor, siempre acompañado de la confianza y la amistad, surge poco a poco en la piel de uno, y llega el día en que te paras a pensar un momento y dices: "¿Le quiero?" ¿Cómo sabes si le quieres?
Prueba a estar un día sin pensar y/o hablar con él o de él. ¿Puedes? El amor es eso que ocurre cuando le miras y dices: "Mírale, es él." Sonríes y vas hacia él con la misma ilusión con la que fuiste a abrazarle el primer día. La confianza, el ponerse en el lugar del otro, quererle más que a uno mismo.

No puedo hacer un poema de esto, no puedo crear una alegoría, ni si quiera una metáfora sobre este amor. Podría decir, eso sí, palabras sueltas que lo definieran, para muchos sin sentido, para mí, con mucho.

Despedida inacabada, pincel, hora libre, libro, filosofía, géminis, Mägo, noche, luz, estrella, brillo, cejas, de noche siendo de día, Kiss, Desde mi cielo, mente, pensamiento, arte, guitarra, piano, música, leer, Finlandia, Helsinki, poema, artista.

Podría decir mil y una más, podría, pero hoy no.

El amor no se atrapa, te envuelve. La lluvia no cae, se suicida. Las hojas no caen de los árboles, mueren. La felicidad no viene, se consigue.

¿Para mí? El amor es mirar hacia el futuro, pensar en cómo seré en veinte años e imaginarme en una biblioteca de una casa, escogiendo un libro y en un lado de ésta, un sillón, en él un apuesto hombre y en su pierna una niña recostada en su regazo. Antes ese hombre no tenía cara, sólo descripción psicológica.
Hoy en día, ese personaje tiene cara, nombre, apellidos y edad.

Pensad en el amor como la alegoría de una biografía. Quien influye en ésta, embelleciéndola.

domingo, 2 de marzo de 2014

Tal vez tu Luna del Sol.

La oscuridad sueña con ella,
las estrellas anhelan tocarla,
la Luna sale a verla cada noche,
dormir.

Es tarde, deberíamos volver, 
las estrellas al alba han de dormir,
la Luna vuelve con los tacones,
en las manos.

Bebe a la noche, cerveza.
Como cada noche, la Luna,
vuelve a casa, de nuevo,
en soledad.

Mírala, cómo brilla, 
está enamorada, no sé.
Un amor imposible,
el Sol.

Cada día él la ve dormir, 
al otro lado del infinito.
Cada noche ella le observa,
su fuego rebosa soledad.

Sueña con ella, con él.
Quien quiere, puede.
Quien desea consigue.
Nada es imposible.