martes, 6 de diciembre de 2016

UVE

Uve
para el juego, mira a tu alrededor y dime qué ves. 

Te veo a ti y a mí pero no nos reconozco. Tan concentrada en un juego que no tiene ganador sino siempre perdedor, obsesionada en no salir perdiendo. Un juego de niños que rompe corazones y destroza almas, no permitido a menores de una edad lo suficientemente alta como para saber coserse los trozos que caen abatidos al suelo cuando te rompen. Pero hay gente que muere sin saber cómo enhebrar una aguja. 

Uve, 
no quiero seguir jugando.
¿No nos ves? Seguimos corriendo hacia una meta inexistente, ignorando que seguimos sangrando a medida que corremos más. Para el juego, quiero dejarlo. No quiero ser un peón más de un engaño para seguir caminando, déjame taparme las heridas y dar media vuelta.

Irse no es de cobardes, sino de personas tan fuertes que son capaces de soportar el dolor de una despedida aun sabiendo que es la última. Déjame ir ya, gasté mi única aguja en coser tu corazón rasgado por ti mismo, ya no tengo con qué curarme.

Uve,
se acabó el juego. 

sábado, 26 de noviembre de 2016

Hace frío

Aprende a querer.
Nunca me enseñaron cómo se debe tratar a una persona, en el colegio te enseñan matemáticas, química, biología pero nunca puedes aprender cómo querer a alguien; mi asignatura pendiente.
Aprendes a querer a lo largo de la vida, según te haces mayor te das cuenta de quién y quién no te hace daño, quién y quién no te quiere. Pero realmente nada es tan sencillo. Quieres a quien no te quiere, olvidas apreciar a quien te quiere y encima lo tratas mal. Olvidas querer a quien quieres y quieres a quien no deberías querer, y luego vienen las lágrimas.
Yo no sé querer. Me enfado, me ofusco y me encierro en mí misma creyendo estar a salvo de todos los monstruos que hay en mi corazón, pero siempre están ahí. Siempre seguirán conmigo.
Quiero que me quieran por encima de todos los monstruos que hay bajo mi cama, de la oscuridad tan negra que invade mi cuarto cuando apagan las luces al anochecer. Quiero poder mostrar al mundo qué hay debajo de mi piel, un corazón cosido malamente por una chica que nunca aprendió a hacer nudos del todo bien, lleno de imperdibles para no olvidárselo en casa, con trozos de tela de su propia falda cosidos para no desangrarse. 
Quiero aprender a querer, a saber cómo cuidar a una persona, a no destrozarla entre mis dedos dejándola caer hasta el fondo de mi alma, quiero saber cómo se siente una persona querida y protegida. Quiero saber cómo es querer de verdad, pero soy un desastre.
Me paso los días buscando pedazos de mi corazón entre las sábanas, porque todo aquel que se recuesta entre ellas acaba rompiéndolo un poco más. 
¿Y qué pasará cuando ya no haya arreglo? 
Quizá deje poco a poco de bombear y se vaya enfriando.


Escribo esto tiritando. 

domingo, 20 de noviembre de 2016

Quiero ser

Quiero ser guapa; sin maquillaje, sin pintalabios, sin hierros en la boca, sin ropa. Lo bonito está en el interior, no en el envoltorio. Pero a todos nos gusta ver algo bonito en el reflejo del espejo.

Es gracioso, hablo de mis ojeras como de la cama donde a veces duermo; tan grandes y yo tan pequeña. Los ojos como platos, negros como el carbón donde a veces se cubren de un mantón rojizo a causa de fuertes lluvias. Es complicado esconder un secreto con ventanas tan grandes sin cortinas.

Camino con una doble plataforma para no hundirme en los charcos cuando llueve; hace frío. El color negro atrae el calor pero siempre acabo con los pies destemplados, con las manos frías se toca muy mal el piano; al menos llego a los pedales. Me gusta Debussy porque me siento libre, como una mariposa posándose en cada tecla pero a veces necesitas recurrir a Bach para encontrarte encerrado entre los barrotes de un reglamento a seguir.

Quiero ser guapa. No sentirme inferior cada vez que hablo con otra mujer, cada vez que pienso en que mi maquillaje no es perfecto, no tengo esa sonrisa profident ni un metro setenta. Quiero mirarme la espejo sin pensar en unas caderas grandes, unos tobillos feos y un culo que no deja subir los pantalones pitillos a la primera.

Seguiré vistiendo de negro, con mis zapatos de doble suela y mi raya del ojo negra y rosa. Olvidaré peinarme todas las mañanas pero siempre oleré al mismo perfume francés. Seguiré midiendo medio metro y llevando mi bufanda de Slytherin porque un día llegarán las arrugas, los brazos fofos, las bolsas bajo los ojos y añoraré ser la niña de dieciocho años que se acomplejaba por tener un poco más de cadera de lo normal.


sábado, 19 de noviembre de 2016

¿Con quién compartes tu cerveza?

Me gusta comer cereales con leche en la cama, las películas con una manta y buena compañía; como la cerveza. Ni helada ni turbia, cafetosa. Servida en un vaso de pinta en un irlandés. 
Nunca aprendí a diferenciar con quién debo compartir una buena cerveza, una conversación interesante sobre política, libros y viajes. No es sencillo encontrar alguien, nunca lo fue. 
Aparecen y desaparecen personas como el abrir y cerrar de un tirador. Llegan, les abres la pequeña puerta que da a ti y se van sin cerrarla, ni siquiera es de buena educación. Hace tiempo me planteo echar el cierre. ¿Para qué dejar pasar? Si no ven más allá del alcohol que les sirven en la barra.
Me gusta pensar que aún hay gente que valora el buen sabor que tiene una cerveza con la compañía adecuada, viendo cómo se manchan los labios de la espuma.
Mientras tanto seguiré aquí, apoyada en la barra de un bar cualquiera esperando que alguien se siente en el taburete de en frente, quizá hoy no sea la noche. Ni mañana un buen día, quizá dentro de varias semanas tampoco. O quizá este no sea mi bar.

domingo, 16 de octubre de 2016

Desahogo de media noche

Que sí, que te quiero. 

Hay días que te mataría; se me encienden los carrillos como dos antorchas cuando me cabreas, me grito por dentro desgarrando todos mis tejidos haciendo explotar el poco cuerpo que tengo. Y luego tengo que recoger todo el estropicio. 
Me coso sin anestesia los trozos que se han roto de mí mientras te miro sin que me veas desde la ventana de mi cabeza, y qué guapo estás. 
¿Y por qué no me llevas a París? No nos pegan las cosas románticas. Ir de la mano contando las escaleras que llevan a Montmartre sin cansarnos, cenar con vistas a la torre Eiffel y ensuciar las sábanas blancas de un bonito hotel.

Hay días que correría por besarte otra vez; siempre me sabe a poco, siempre hay un adiós que nos separa y toda mi ropa queda manchada con tu olor. 
Me quedo con un te quiero en la boca que no soy capaz de decirte antes de que te vayas, porque siempre te vas. Te he odiado muchas veces, te he querido gritar tan fuerte que se me desgarrasen las cuerdas vocales. Gritarte lo que sangra mi corazón cada vez que lo coges como si te perteneciese, cada vez que lo miras de cerca y tu delicadeza es lo suficientemente agresiva como para soltar los puntos de sutura. 

Hay días que me dueles; tus palabras son como puñales. Pinchan, se clavan en el centro del pecho hasta el fondo lentamente. Muy lentamente. Y sacarlos duele aún más. Un dolor que me gusta sentir a fin de cuentas, me gusta ver cómo se derrama la sangre bajo mi pecho por ti, porque siempre es y será por ti. ¿Qué iba a cambiar después de tanto? Si cada vez que te veo mis piernas tiemblan.

Te he intentado escribir lo mismo tantas veces, de tantas maneras y ninguna y todas son la adecuada. No puedo definir en un te quiero todo lo que siento cada vez que te veo aparecer, cuando sonríes mirando hacia abajo porque me saques diez centímetros, cuando me miras los zapatos.

¿Y por qué no nos vamos? Siempre te ha gustado viajar, desaparecer. Y que la próxima vez que haya un adiós no sea entre nosotros, que después de la despedida venga otro beso.



lunes, 29 de agosto de 2016

Blanca noche

Y luces.
Luces como luciérnagas alumbran hasta donde nuestros ojos dejan de ver, donde se difuminan sus destellos y se convierten en una sola bola de luz. 
Camina; un paso, otro, derecha e izquierda. A duras penas conseguimos ver el suelo por donde pisamos, pero seguimos hacia adelante. Arrastrando los pies, acariciando el suelo por donde vamos.
Giras el rostro y ves toda una ciudad iluminada bajo la luciérnaga más grande de todo el cielo; la que no se deja fotografiar si no es para ser ella la protagonista. La que sale de noche en tacones y regresa al alba. La que está sola. La que nos mira con tristeza desde ahí arriba añorando tener una piel que rozar.
Arrastro mi cuerpo a duras penas por un suelo más que conocido. Liso, blanquecino y lleno de estrellas negras que no iluminan. Sin embargo se forman aún constelaciones unidas por mi índice.
Un suelo en el que tumbarme, un suelo caliente.
Un valle, mis dedos caminan desde lo más alto hasta bajar al punto donde comienza un camino de negras estrellas que culminan en lo más sexy de él; su mente.

Y si el suelo de aquella gran ciudad fuese tu espalda, tumbado sobre una cama y mis pies fuesen mis dedos arrastrando y uniendo tus negras pecas hasta formar constelaciones.


sábado, 13 de febrero de 2016

Je suis

Soy de quien le gusten los conciertos, el frío y el Cantábrico. De quien su prioridad fundamental sea la música. Soy de quien vive cada día como si fuese el último.

Soy de quien besa lento mirando firmemente a los ojos, de quien te desnuda el alma antes que el cuerpo. De quien te abraza primero.

Soy de quien canta a pleno pulmón en el coche, de quien ama tan fuerte que se le escapa el corazón entre los dedos, de quien te saca arranca la máscara de dureza para sacarte la sonrisa más verdadera que tienes. 

Soy de ti, de nosotros, de nuestra relación. De la envidia de todos los mortales, de ser compañeros, hermanos, amigos, novios. Soy de tus cejas, de tu espalda y tus ganas de conocer más y más. 

Soy de los viajes, de recorrer Gran Vía en tres minutos y medio, de perdernos en un centro comercial, de vivir tres días en una tienda de campaña en la Comarca.

Soy fan de ti.

lunes, 25 de enero de 2016

Me quemas

Quemas tan fuerte que dejo de respirar. Atraviesas mi piel, perforas mis pulmones.
Quemas tan fuerte que me abrasas y me dueles.

Sobran palabras
Bastan miradas, arqueos de cejas.
Me rozas,
me lloras
me quemas.

Oscuro entre bombillas
reluces más que ninguno
brillas por tus cristales tintados
negros como el carbón.

Me quemas, me abrasas, me quieres, me dueles
Me haces falta, te necesito para respirar
Dióxido de carbono, llamas y quemaduras.

Te quiero y me dueles,
un dolor bonito, oscuro y sombrío.

Nuestra forma de querer,
de pulirnos
de mejorarnos
de amarnos

Hasta que se me acaben las ganas
nunca
hasta que se me agote la respiración.