viernes, 22 de diciembre de 2017

Rechazo y otros miedos.

Miedo al rechazo.
Me miro al espejo y  nunca veo con claridad quién está al otro lado. Unos ojos negros clavándose en los míos, un rostro serio y apagado examinando cada rincón que se encuentra en el reflejo. 
'La mujer perfecta', para muchos. Interesante, guapa...y rota. Rota por tantos  y sin poner resistencia alguna. 

Por miedo al rechazo. 

Un miedo que se ha extendido en un cuerpo de apenas metro cincuenta como un cáncer. 
Ya de nada vale si son seis o siete las veces que dicen lo guapa que estás, ya de nada valen los halagos, piropos y mentiras que dicen para agarrar otro trozo de corazón que acabará desprendiéndose. 

Uno y otro van robándote la piel, ya no sacas tu corazón de casa. -Quédatelo. Dices, para qué. Serás uno más entre tantos que han llegado para ver lo guapa que estás y mirar debajo del vestido en vez de detrás de tus ojos. 
-Quédatelo, si de nada vale un corazón que le faltan engranajes que nunca llegaron a rodar. 
Miedo al rechazo y a que te digan que hoy no estás guapa. Que maquillada parecías otra. Quizá más mayor, más bonita, más madura. 

Y me rechacé, con mis rarezas, mis ganas de ver el mundo tras una cámara analógica mientras suena de fondo mi piano. Rechacé los mundos que creaba en mi cabeza pensando que quizá nadie, ni yo misma, repararía en ellos.

Mi palacio mental desapareció y ni si quiera recuerdo las ruinas de lo que un día llegó a ser el palacio con la biblioteca más hermosa que hubiera visto jamás. Bella estaría orgullosa.
Destrocé estanterías mientras pintaba mis labios de rojo. Rompí las hojas de los libros con un tacón de aguja negro y metí mi pequeño cuerpo en un vestido de tubo que no me dejaba respirar. -Hoy seré una mujer fatal. Y cerré mi mente.

Perdí todo,
todo lo que tenía, quería y más apreciaba.

Me maltraté, me odié. Me suicidé. 

Os cuento todo esto desde la cama de mi pequeña habitación, con las manos todavía ensangrentadas porque nadie me enseñó a coser. Tengo un libro a mi izquierda y una taza de té. 
Volví a leer a Bukowski, ver películas de Harry Potter, vestir con pantalones anchos y jerseys que no dejan claro si soy una 90 o una 85. 
Volví a encerrarme noches en mi cuarto para dibujar, sin móvil, sin nada. Volví a tocar el piano durante horas hasta que, probablemente, me sangrasen los dedos sin sentir el mínimo dolor.

He vuelto.

No te voy a aburrir con palabrería sobre el ave Fénix y la resurrección de sus cenizas, pero sí te hablaré de amar. Y no por nada, la primera persona del singular es yo me amo. Ya te amarán después, que tiempo queda.

martes, 5 de diciembre de 2017

Cerveza negra

Cerveza negra.
Siempre cerveza negra. ¿Por qué? Más fuerte que las demás, quizá. Más oscura, más amarga.
Fuerte hasta el último trago, el que decide acabar con ella en medio de un bar a las tantas de la noche. Y ella quieta, viva en sí, no es sino más fuerte.
Más fría, para gustos. Depende lo frías que tengas las manos al tocarla. Tibia, puede. Elegante
Vestida de negro por siempre escondiendo su cuerpo en mil capas de seda.