sábado, 14 de diciembre de 2013

Guerra de recuerdos.

Intentas no caer, intentas permanecer fuerte y ser la misma de ayer. Pero no puedes.
Intentas sonreír a los demás, procurar ser normal. Pero hay algo en ti que ya no está igual.
Tu corazón destrozado se ha regenerado, faltan piezas en ese puzzle, sus huecos han sido ocupados por fuertes trozos de hielo rojizo, la sangre congelada que no fluye, te vuelves fría como el invierno.
Tu sonrisa pierde luz, tus ojos se apagan y tu personalidad cambia.
¿Dónde está? Preguntan muchos. Jamás volverá. Respondes tú. El frío se ha adentrado en ti y tu alma baila tangos con la soledad.
Sentirse solo en un mundo lleno de personas indiferentes para ti, que tan solo son almas grises que vagan por oscuras ciudades tratando de recobrar su color.
Tu tristeza se acentúa cuando ves parejas felices pasear dando color a cada flor marchita.

Llaman a la puerta. No esperas a nadie, o tal vez sí. Arrastras tus envejecidos pies hasta la puerta, tus arrugas de edad de marcan en el gesto de terror al abrir la puerta.
Una mano esquelética blanquecina se extiende en frente de ti. Dos opciones: le das la mano, cierras y das la espalda. ¿Cual?

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