martes, 6 de diciembre de 2016

UVE

Uve
para el juego, mira a tu alrededor y dime qué ves. 

Te veo a ti y a mí pero no nos reconozco. Tan concentrada en un juego que no tiene ganador sino siempre perdedor, obsesionada en no salir perdiendo. Un juego de niños que rompe corazones y destroza almas, no permitido a menores de una edad lo suficientemente alta como para saber coserse los trozos que caen abatidos al suelo cuando te rompen. Pero hay gente que muere sin saber cómo enhebrar una aguja. 

Uve, 
no quiero seguir jugando.
¿No nos ves? Seguimos corriendo hacia una meta inexistente, ignorando que seguimos sangrando a medida que corremos más. Para el juego, quiero dejarlo. No quiero ser un peón más de un engaño para seguir caminando, déjame taparme las heridas y dar media vuelta.

Irse no es de cobardes, sino de personas tan fuertes que son capaces de soportar el dolor de una despedida aun sabiendo que es la última. Déjame ir ya, gasté mi única aguja en coser tu corazón rasgado por ti mismo, ya no tengo con qué curarme.

Uve,
se acabó el juego.