domingo, 17 de noviembre de 2013

Eternidad

Sentada, acurrucada con las piernas en alto, tapada con una manta tejida a mano. Mirando hacia la ventana, en la penumbra de aquella tarde fría de noviembre, llovía. Se dedicaba a mirar cómo las gotas de lluvia hacían carreras por el cristal de la ventana, muriendo en su final.
Cabello largo marrón oscuro, ojos marrones, aún así preciosos, oscuros, como dos perlas oscuras, del infierno. Algo morena de piel, sostenía un pequeño libro blanco, de bolsillo.
Lo abrió y, estaba vacío, sólo tenía una pequeña nota escrita a mano, tinta negra, en la primera página.

"Aquí escribirás tu biografía, para que cuando mueras, como yo, los demás puedan leer lo increíble que fuiste en vida."

Una nota de su padre, fallecido justo un año antes.
Ella no sabía por dónde comenzar a escribir. Muchos datos de cuando era pequeña se le olvidarían, a los dieciséis años de edad, los recuerdos de cuando tenía tres, cuatro incluso cinco años, eran muy borrosos y a cachos.
Lo miraba una y otra vez, la segunda página, en blanco. Pensaba: "No tengo una vida tan interesante ni increíble como para escribir algo" No era Picasso, ni Beethoven, ni Dan Brown, ¿Qué iba a escribir?

Pasos tras suyo, se iban acercando. Ella, aún concentrada en ese libro, no lo notó. De repente unos labios se posan sobre su lado del cuello desnudo por su cabello. Sonríe. Le abrazan.
Ella seguía mirando aquel pequeño libro sin saber qué hacer.

Ella feliz, mirando a los ojos a quién le aportaba luz a los suyos, quien sacaba sonrisas de vampiro, quien violaba a cosquillas entre unas sábanas descolocadas. Él.

Tal vez él sería la mejor opción para escribir su vida, tal vez quien le vea con ojos enamorados sonriendo a la luna, tal vez sea la mejor opción.

-Setenta años más tarde-

"Entre ochenta y ocho teclas, manchando lienzos y desgastando plumas" La vida de aquella mujer, tras su muerte, publicada y escrita por J.

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