domingo, 30 de junio de 2013

Wall of glass.

Un cruce de miradas, no nos conocíamos de nada. De repente dicen mi nombre y apellidos. -Salga por favor al piano-. No conocía a absolutamente a nadie, no sabía qué tocar, qué hacer. -Siéntate al piano y toca alguna obra-. Millones de partituras iban pasando por mi cabeza en milésimas de segundo, hasta que me acordé de una, una que era perfecta. Toqué y al terminar la sala se invadió de un sonoro ruido de las manos al aplaudir, tampoco lo había hecho tan bien. Nada más levantarme estaba buscando con la mirada aquellos ojos que me había quedado embobada mirando anteriormente y ahí estaban, tenía una mirada tímida, apenas hablaba, y no tenía mucho que decir, pero me gustaba. Pasaron las semanas, nuestro mayor contacto fue un cruce de miradas, nada más. ¿Quién iba a pensar que pudiera haber algo más? Nadie apostaba por ello, nadie. Algo que un año después dije ¿Qué nadie apostó por ello? Pues aquí estamos. Sí, ahí estuvimos, pero fue todo tan frágil, que la pared de cristal en la cual nos apoyábamos se rompió, tirando todo por la borda, sin dejar rastro, olvidándonos el uno del otro, sin hablarnos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario