domingo, 2 de febrero de 2014

Las noches no acaban igual que comienzan.

Aprender a callar y aguantar. Por encima de todas las decepciones, aprender a callar y mostrar indiferencia.
Volvemos a esa época, donde lo mejor era retraer tus ganas de gritar y acumularlas en un hueco vacío al lado izquierdo del pecho.
Encerrarse en una habitación y esperar a que vayan pasando los días, dejar de creer que mañana puede ser un día mejor o peor. Que te de igual si es lunes, martes o viernes. Que cada día es la misma rutina de puertas para dentro, que la luz que aporta a mis noches está a ocho kilómetros de mi habitación. Al menos, la suerte es que puedo verla resplandecer aunque sea a través de mi ventana.
Dejé de creer en que existía una familia. Me dais envidia los demás, de verdad.
Vuelven los tiempos en que un domingo se convierte en desayunar, ensayar y tal vez escuchar música encerrada en la habitación, no mediar palabra y dormir.
Aprender de nuevo a callar e intentar pasar desapercibida, que nadie se percate de tu presencia.
Al fin y al cabo, nada vale nada, al fin y al cabo, todos acabamos en el mismo lugar, tarde o temprano.

Dejar de preocuparse tanto por las cosas, una vida es eso, una vida, y es efímera. Pocos dejan huella, y cuando te vas, no te recuerdan al paso de los años.
Es triste, pero es cierto. Llega el día, en que sobramos aquí, nos vamos. Pasan los años y sólo queda una lápida con tu nombre y tu fecha de nacimiento. Tal vez flores muertas a un lado.
Entristece pensarlo, no poder dejar huella en este mundo, por ser quien eres, ¿qué soy? Una niña de dieciséis años que no se sostiene ni a ella misma. Una cría que tiene más pasado oscuro que un agujero negro. Aún me pregunto cómo puede haber gente que aún diga "yo la quiero" no lo consigo comprender.

Miro las fotos de mi pared, hay millones de sonrisas pero ninguna verdadera. Ni una. Esas sonrisas no se pueden retratar, no puedes fotografiarlas, en mi caso, no es lo más bonito que puedas encontrar, no me gusta y no debería verla nadie. Intentar esbozar una sonrisa tímida que no se abra demasiado, no es bonito.
Aún hay a quien le gusta verlo, aún.
Suena tan, tan melancólico, tan triste, lo releo cada vez que escribo un nuevo párrafo y, en fin.
Simple desahogo.
Disculpen las molestias.

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