domingo, 16 de febrero de 2014

Invierno.

La luna dejó de ser tan increíble y el sol comenzó a fundirse. Las mariposas ya no eran tan bonitas, parecían apagadas, lúgubres. Las hoja de los árboles se caían muriendo al posarse sobre la hierba seca y grisácea de lo que un día fue, un verde campo que se extendía hasta fundirse con el azul del mar.
La luz del sol era intermitente, las noches eran más largas y los días más cortos. Lo poco que quedaba de luz dejó de ser brillante; grisácea.
En los balcones ya no había flores peleando con la brisa al jugar entre ellas.
Las chimeneas resoplaban y las casas se llenaban de gente. Las calles vacías.
La gente dejó de caminar por las estrechas calles de una pequeña ciudad.
Calles agotadas, cansadas de estar levantadas cada día, sin movimiento.
Edificios cansados de soportar la caída de la lluvia y el frío de diciembre.
No quieren que él esté aquí, todos quieren su ausencia. Todos quieren que él se vaya.

Y nadie, nadie se da cuenta de que él, es quien más solitario se encuentra.  Se alza al horizonte en noviembre, su caballo blanco amenazador cabalga al raso del mar, vulnerable ante él. Llega a la orilla donde, sin piedad y obligado, llena todo de frío y tristeza; obligado por su diosa, la naturaleza.
Blanco, nieve, frío, resguardo. Vienen tiempos duros para todos. Y él, odiando quién es, y qué hace, año tras año llega, cada vez más cansado y arrastrando los pies, para volver a soplar al borde del mar y congelar cada continente.
Hubo un año que no llegó. Se acercaba diciembre y nadie aparecía al final del sendero oceánico. Tan sólo llegó una carta.

No son buenos tiempos para quien es lúgubre y apagado. La luz del sol os he devuelto, el brillo de la luna ha regresado y el calor viene para quedarse. Siento haberos amargado los atardeceres de los finales de año. Tan sólo estaba obligado a ello. Hasta siempre, amigos.

Nunca más se le volvió a ver. Me pregunto qué fue de él y si encontró su compañía, como un corazón muerto encontró la vida gracias a otro en cicatrización que con su sedal le cosió a él para poder sobrevivir juntos.

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