jueves, 6 de febrero de 2014

La luna no sale a bailar en el infierno.

Poetas del infierno, trazan la realidad en cada uno de sus versos.
Aquí abajo hace calor, llamas se alzan en lo alto de los pilares que sostienen lo que arriba denominan mundo.
No podemos salir de aquí, condenados a vivir bajo tierra en una dimensión paralela. El calor roza nuestros cuerpos deslizándose por cada poro. Todo es rojizo.
No sabemos qué día es, ni si es de día o de noche, aquí abajo no se ven las estrellas.

Sentada en el suelo lleno de cenizas, intento dibujar un verso en mi lienzo blanco. Mis dedos no pintan de ningún color. No trazan nada.
Hasta que descubrí que el mejor lienzo no era un lienzo en blanco, ni si quiera liso.

Mis dedos dibujaban en su espalda, surcándola de arriba a abajo, se estremecía al llegar al final de ésta.
Entre tanto silencio, se oye una suave risa, al rozar su costado con mi índice. Se gira. Puedo mirarle a los ojos, aunque entre la penumbra sea complicado.

Vivir aquí abajo nos ha convertido en las sombras de la segunda dimensión, nadie nos conoce, pero sin nosotros el mundo no se sostiene. Los pilares rodeados de llamas que se alzan a lo alto.
La oscuridad esconde demasiados secretos; el brillo de sus ojos. Adentrarse en su pupila.

Bienvenidos al país de nunca jamás, donde si entras jamás te irás.

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