sábado, 15 de febrero de 2014

Efímero eterno.

Como el humo del cigarrillo en pleno invierno, se confunde con el vaho de su boca.
Como el beso de despedida. Como los abrazos de añoranza.
Efímero.

Si su sonrisa pide un beso,
si mis ojos suplican el suyo.
Si cada día es más largo,
si a su lado falta mi cuerpo,
si cuando falta, ardo.

Ardiente como el Sol del cielo,
ardiente como el infierno del subsuelo.
Impura; cada poro de mi ser,
cada rincón de mi infierno.

Dejé de soñar, dejé de dormir, me limitaba a verle acostarse cada noche en su cama, recostarse. Pensar en tenerle al otro lado de la cama acurrucado.
Cada noche se convertía en pensar en un futuro y olvidarme del presente, cada noche imaginar un futuro.
¿Qué veis cuando miráis al futuro?
Yo le veo a él, sentado en un sillón similar al de mi casa.

Como una obra de arte; como una obra musical. Como mi fuente de inspiración, como las musas de los artistas griegos.
Como la dulce melodía de una sinfonía, como las entrelíneas de un texto con dedicatoria implícita.
Como el anónimo de La Celestina, escondida su identidad en sus primeros versos.
Como cada dolor de cabeza, el rintintín de un martilleo, como mi única razón para seguir aquí.
Y que sigas siendo eso; la razón.
Como aquella canción, como las miles de canciones que llevan tu nombre, llevan tu piel y tus ojos a través de ella.

Mis versos tienen tu nombre, mis pinturas tu piel y mis obras tus ojos. Piénsalo, que aquí ya no somos uno cada uno, si no dos juntos.

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