jueves, 16 de enero de 2014

Till the world ends.

Y que las noches sin tenerle rodeando mi torso se conviertan en tortura. ¿Y si le pierdo? ¿Y e día que ocurra? Vivo con miedo a pensar eso, y cuando se pasa por mi mente las lágrimas nacen y se suicidan por mis pómulos.
No sabes lo que es estar enamorado hasta que no te das cuenta de que cuando piensas en un futuro te le imaginas a él sentado en un sillón con una preciosa niña en su regazo, leyendo y con una sonrisa en su rostro.
Las noches antes de dormir, pensar en él y de repente que te venga una imagen de dos ancianos abrazados, uno junto a otro, les queda poco tiempo juntos, uno de los dos se irá y, comienzas a llorar.
Le miro y digo: ¿Él? Sí, él. Quien estuvo ahí desde el primer instante, algo que nos unió y algo que está ahí, atado, fuertemente.
Hay fotos que antes no me impactaban, una, de un anciano mirando una foto de su mujer fallecida, antes eso no me afectaba tanto, me entristecía sólo. Ahora, lloro, imagino que es él, o yo quien mira esa foto, y no puedo soportarlo, es imposible escribir esto sin llorar.
Cuando te preocupas más de él que de ti misma. Cuando estás pensando en su bienestar todo el rato.
No sé, lo único que quiero es su sonrisa dibujada.
Algo que según dicen, es muy complicado, no sé, yo la he visto muchísimas veces.

Sólo sé que lo único que importa aquí es él, y yo paso a un segundo plano.
Sólo sé, que no puedo pensar en ese final. Un para siempre se queda corto para tanto amor reunido.

No hay comentarios:

Publicar un comentario