sábado, 4 de enero de 2014

Hogar, dulce bar.

Perdóname, pero no me siento segura con tantos ojos mirándome con desprecio. No me siento acogida si al tirar con un palo a una bola en una mesa verde, decenas de ojos observan para reírse si mi zurda mano falla. No me siento "en casa" como antes. Quizá, será porque no me he visto en situaciones similares donde debo sacar mi voluntad por sentirme bien, tal vez sólo necesitaba una jarra de cerveza.

"Eh, céntrate en la bola y en la música" 

He asistido a conciertos, como pianista. Mis nervios comienzan antes de posar las manos en las teclas, acto seguido me siento acogida por ellas y puedo mirar al público sin miedo, puedo buscar las miradas, que por mucho odio que encuentre en ellas, estoy segura, en casa. 

Suena Extremoduro de fondo, no conozco la canción, pero sí puedo tararearla. Se oyen conversaciones de fondo, un camarero que se ríe de mi "gran habilidad" para jugar al billar. "Eh, que has mejorado este año" Dice, me echo a reír. Razón lleva la verdad, soy jodidamente mala, ¿y qué? ¿A caso estoy ahí en una competición? Vengo a escuchar la buena música, pasármelo bien un rato un Sábado noche, con mis pintas y una jarra de cerveza, siempre en buenísima compañía.
Comienza a llegar gente. Mi mal carácter comienza a salir, un par de soplapollas comienzan a enervarme. Y qué, todo el mundo me enerva, vivo enervada y la mayoría de personas me caen mal. Pero, bah, que digan lo que quieran, no los conozco.
Posan un euro en la mesa de billar, les toca la siguiente partida. 
Terminamos de jugar, cogemos la jarra y nos sentamos a hablar. De repente, aun con mi mala vista sin gafas, reconozco una figura entre la oscuridad proporcionada por la iluminación de las paredes del bar. El corazón se me acelera y mi rostro blanco agacha la cabeza y mi mente no sabe dónde meterse. 
Quería irme, <<MIERDA>> Pienso, tocaba jugar la próxima partida, había puesto otro euro sobre la mesa.  Comienza el juego, saca él, intento no mirar pero mis ojos tentados por la mente hacen girar mi rostro hacia él. De pronto dos mujeres surgen entre la oscuridad de allí. Vaya pintas, qué pintan aquí, cual verduleras en el mercado del pueblo.
Comienzan todos a fijar la mirada en la partida. Mi mano tiembla, no sujeta el palo, fallo todas. Le ruego que terminemos pronto y podamos marchar, asiente y sonríe, me da un beso y seguimos jugando.
Termina la partida, mi mirada se nubla y salimos del bar. 

Dije que comienzo y mediados de dos mil trece fue el peor año de mi vida, lo mantengo. Una luz ha iluminado tanta oscuridad, la luz sigue vigente, seguirá, lo sé. Perdóname, tal vez sólo necesitaba una cerveza y un poco de valor. 
Lo siento.

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