domingo, 16 de septiembre de 2012

Una noche entre las olas y la botella de vodka.

Una tarde cualquiera de julio, una playa como cualquier otra. ¿Un día cualquiera? Lo dudo. Todo parecía normal, eramos los seis de siempre, tirados en la arena, jugando al poker. Empezó a caer la noche y sacamos las barcas al mar, estábamos todos juntos excepto uno, alejado de nosotros sin luz de las linternas, apenas le podía ver. Yo estaba hablando por teléfono con una amiga, contándole lo que pasaba, me dijo que me acercara, fui con la barca hasta él. Me subí y le pregunté que pasaba, decía que no soportaba verme y no poder besarme, con miedo a enamorarse y no volvernos a ver hasta el año que viene, sin más dilación le di un beso, nadie lo vio, quedó entre la playa él y yo. El ruido de las olas lo tapaba todo, oímos como unas voces nos gritaban para que nos acercáramos a beber, me cambié de barca y los seis como normalmente hacíamos cada noche nos pusimos a contar historias que nos habían pasado durante el año. Nuestras miradas, nuestros gestos, las risas que no venían a cuento les hizo pensar a los demás, un silencio incómodo surgió de la nada y no sabía a donde mirar, no sabía que hacer. Ahora sí lo se, me hubiera vuelto a cambiar de barca para volver a besarte y ahora mismo no estaría escribiendo esto desde el sentimiento de arrepentimiento por no haberlo hecho.

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