viernes, 28 de septiembre de 2012

Si hoy fuera el último día.

Nadie se acordó, nadie dijo nada, solamente lo recordaba ella, hoy era su día. Un veintidós de noviembre, como no. Llevaba una trenza de espiga a un lado de la cabeza, y vestía con un jersey de lana rosa con sus tan famosas botas de pelo, iba andando por un camino, lleno de hojas secas de color anaranjado, lo que daría por tirarme encima de un montón y quedarme dormida allí. Nada más llegar a casa, no había nadie, dejó el abrigo de piel  en la silla, descalzó las botas y se puso a ver si alguien la había felicitado, pero no. Sólo había un SMS de un número desconocido que ponía "Princesa, no llores, nadie se ha olvidado, ve a tu habitación y mira encima de la cama" Corrió hasta la habitación, fue a la cama pero, solo había una carta, ni un regalo ni nada, en ella ponía "Si hoy fuera el último día y mañana fuera demasiado tarde. ¿Me volverías a dar una oportunidad? Entre lágrimas, cogió el primer bus que vio, y nada más bajarse ahí estaba, él. Con un gran ramo de rosas rojas y blancas, sus favoritas, y sin mediar palabra los labios de ambos se fundieron en un efímero beso. ¿Regalos? Para qué.

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