sábado, 22 de septiembre de 2012

trescientos sesenta y cinco días más.

Porque ni la más larga de las distancias, ni el más fuerte intento de olvido, ni borrar todas las fotos de mi iPod conseguiría jamás que dejara de sonreír cada mañana al despertar y ver un mensaje con un "buenos días princesa, ¿que tal ha dormido mi niña hoy?" Poca gente podría comprenderlo. Dirán que somos tontos, que para qué vamos a ser así el uno con el otro si vivimos tan lejos, que porqué seguimos recordándonos si solo fue una semana, si hasta otro año más no nos volveremos a ver y quién sabe qué pasará en estos trescientos sesenta y cinco días que nos quedan para vernos. Bendita vuestra ignorancia que nos hace tan especiales a nosotros.

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