lunes, 17 de marzo de 2014

La música une corazones. Une almas gemelas.

Anciana, su sexagésimo cumpleaños. No lo pasaba sola, su marido, tres hijos y siete increíbles nietos.
Era la hora de la merienda y tocaba sacar la tarta mientras contaban viejas historias. Se sentaron todos alrededor de una mesa y, la hija mayor trajo la tarta, chocolate y nata; su favorita, vaya.

Los regalos iban más tarde, no tenían importancia, lo más importante era la reunión familiar. No muy acostumbrada a ello en juventud.
Su marido, dos años mayor que ella, ojos caídos, cejas muy rectas, cabello blanquecino y repeinado hacia atrás, encendió las velas y la dio un beso en la frente; a los viejos tiempos.

Cumpleaños feliz, cumpleaños feliz, te deseamos todos cumpleaños feliz.

Sopló las velas como si fuera su primer cumpleaños con consciencia, feliz. Comenzaron a repartir la tarta para todos. En total eran quince, bonita reunión familiar.

Estaban comiendo tarta cuando su nieta, le preguntó al abuelo cómo se conocieron, a la anciana, tras las gafas se le iluminaron los ojos y una pequeñísima lágrima brotó de éstos, recordaba aquel día como si fuera ayer.

El abuelo comenzó la historia, desde el principio, hacía cuarenta y cuatro años. Se levantó de la mesa y desapareció del salón, la anciana sonrió, sabía qué iba a hacer. Al poco apareció con un baúl bastante grande, parecía pesado, pero podía con ello, y lo puso en el mueble que había tras la mesa. Comenzó a sacar cosas.

Imagino que no conoceréis este grupo, se extinguió hace muchos años y varios componentes de él murieron ya, vuestros padres sí saben cual es, muchos fines de semana lo ponía en el ordenador a todo volumen, es más, recuerdo que vuestro padre, (señaló a dos de los nietos) tocaba la guitarra conmigo los solos de este grupo, seguro que aún se acuerda.
-Y tanto. -Respondió el hijo mediano.
Se llama Mägo de Oz, adoraba este grupo desde los ocho años, me lo enseñó mi mejor amigo de la infancia, y actualmente es padrino tuyo, Clara. (su hija mayor)
Veréis, yo con dieciocho años, pintaba e iba a una academia, allí conocí a una buena amiga mía, a quien le gustaba el rock, o eso decía, y la comenté que este grupo venía a Laguna de Duero a tocar, y ella lo sabía, también iba, con tres amigas. (Miró a su mujer con una sonrisa tras las gafas) El día del concierto quedamos para ponernos juntos y aparecieron ellas tres tras suyo, entre ellas este mujerzuela que tengo a mi izquierda, siempre la izquierda. -Se rió.
Ella no se fijó en mi, aunque muy apuesto yo, estaba delante de ella. Se fijó en mi amigo, el mazas, le llamábamos por entonces.
Aunque ya lo sabéis, vuestra madre y abuela tiene un corazón de oro y un día que todos los del concierto quedamos, yo acabé mal, entristecido y ella apenas conociéndome me calmó un poco el disgusto.
-Antes en las malas que en las buenas, recuerdo. -Le cogió la mano.
Desde esa noche, noté que algo volvía a mi estómago, revoloteando. Y ahí comenzó todo, desde hace tantos años.

Ella ya lloraba, añoraba su juventud, pero no podía quejarse de la vida a su lado.
Siguieron mirando el baúl.
¡Mira! Dijo ella, las cartas que me escribiste.

Sí, recuerdo bien, te gustaba mucho como escribía y te hice tres cartas, una por cada mes.
Todos los nietos e hijos miraban atónitos, los hijos ya sabían esa historia, la habían oído multitud de veces, nunca se cansaban de oír una historia de amor tan épica, de película, decía el hijo.

-Abuelo ¿tú escribías?
Sí, y de hecho sigo escribiendo, para mi, por supuesto. Vuestros padres han leído mucho de lo que escribía, hasta de lo que escribí en juventud.

-¿Os seguís queriendo como el primer día?
Ahora respondió ella. Un día le prometí, hace cuarenta y cuatro años, que cada día que le viera, al acercarme a él, lo haría con la misma ilusión que aquel día dieciocho de septiembre de dos mil trece, al verle apoyado en una valla negra. Desde ese día, cada día le quiero un poco más, a medida que me enseña cosas, y me ha enseñado mucho, gracias a él.

Mirando al presente, quería darte las gracias, por enésima vez, por todo. Por cada instante y por cada momento que en un futuro viviremos, que no me separaré tan fácilmente de ti. Que tienes muy difícil separarte de esta pequeña lapita.
Gracias y feliz predieciocho.

Todo comenzó con música. Up in the air.

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