lunes, 24 de marzo de 2014

El tiempo pasa lento si estás solo.

Sola, qué raro.
Nadie se preocupa, eres un cero a la izquierda, uno más, de tantos.
Lloras, balbuceas diciendo que estás sola, que nadie te quiere, que a nadie importas.

Soledad, bendito tesoro, de verdad.

Adoro comer sola, comes lo que quieres, como quieres y donde quieres. Salón, cocina, habitación. Estar sola, puedes poner la música todo lo alto que quieres, poner las canciones que más te gustan y poder saltar encima de la cama creyéndote Slash con tu guitarra de aire.
Caminar sola por la calle, mirando a la gente mientras suena una canción acorde al ritmo de tu paso.
No necesitas a nadie, es más, molestan.
Es cierto, no tienes a nadie que te protege en esos momentos de soledad pero, mejor solo que mal acompañado, decían.

De pequeño tienes muchísimos amigos, todos te quieren por igual, como a todos.
Creces, y te das cuenta de la maldad del mundo.

De pequeña tenía miedo a los monstruos de debajo de mi cama, de mayor aprendí que los monstruos están tras cruzar la puerta de mi casa.

Y te das cuenta que cuanto más conoces de alguien, más te come por dentro, más daño te hace, más le muestras de ti y más dagas te clavan.

Solo, puedes leer cuanto quieras, puedes hacer lo que más te gusta sin miedo a que alguien te critique.
Dejé el miedo de desafinar por escrito a un lado, y comencé a cantar los versos que en el papel se reflejaban.

La soledad se puede compartir, de verdad.
Cuando conoces a alguien completamente idéntico a ti, y que también, se encuentra en tu situación. Compartís esa soledad, ese momento de decir "¿Y a quién tengo?"
Vuestro camino es un poco menos difícil juntos, un estado de simbiosis para vivir.
Aún estáis solos.

La soledad es bonita, sólo hay que saber maquillarla para salir de fiesta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario