sábado, 19 de enero de 2013

Cga.

Celia Gallego Alejandro, sí, así me llamo, esa es mi verdadera identidad, o al menos lo que pone en mi DNI.  Nacida una lluviosa mañana de veintidós de noviembre del noventa y siete. Esa pequeña niña de cuatro años que quería ser pianista, le encantaba pintar y siempre se inventaba historias con su padre. Fue creciendo, comenzó a cantar, le encantaba, no podía parar de cantar las veinticuatro horas del día, siempre con una sonrisa enorme, toda su familia decían que eran la luz que iluminaba cualquier oscuridad.
Los años pasan, las personas cambian, los amigos se van renovando, los amores apareciendo y con todo esto la sonrisa desvaneciendo. Aprendí que no había monstruos debajo de la cama, que después de un día malo llega uno todavía peor, que los imposibles existen sólo para arruinar a la gente, todo por lo que luchar y nada por lo que vencer, que de cada acierto metes mil errores y de cada sonrisa siete lágrimas. Aún así, detrás del maquillaje, los vestidos, los tacones y esas sonrisas tan falsas que durante años he ido perfeccionando hasta tal punto que no se nota que no son reales, hay una chica, de quince años, muy friki, amante de Hogwarts y Linkin Park, una pequeña cría que cumplió su sueño de ser pianista, y está a un año de conseguirlo. Tal vez un poco trastornada, pero así es su manera de estar feliz, una felicidad que no depende de nadie si no sólo de hacer lo que a ella le gusta, si por ella fuera todas las aceras serían de teclas de piano, las farolas oboes y clarinetes, los árboles violines y violoncelos y donde no hubiera lágrimas, pero por desgracia esto es imposible.
Una persona insignificante de este lugar al que llamamos mundo. Que de un año para otro ha cambiado considerablemente, ¿la razón? Ella la sabe muy bien.

No hay comentarios:

Publicar un comentario