jueves, 14 de marzo de 2013

Una obra jamás estrenada.

Explotar de rabia elegantemente componiendo una melodía transitando entre amor y odio. Una forma muy sutil de decir todo lo que tienes que decir al mundo pero sin que nadie se de cuenta. Explotar tu rabia entre corchea y corchea, semifusa, cuanto más rápido, más dolor, cuanto más lento, más agonía. Cadencias rotas, no hay final, dominante tras dominante, la tónica no llega, ¿Dónde está el final a esta frase principal? No llega, parece que el director va a dar el acorde final, pero no, llega el solista, un violín perfectamente afinado dando una sucesión de escalas en tono menor en semifusas, ¿Qué cuerpo soporta eso? Nadie. Pero poca gente de los que están viendo el concierto lo comprenderá. Violoncelos y contrabajos se miran con cara de no saber qué está pasando. El director está señalando el final de la obra, llega, poco a poco una coda perfecta, va descendiendo la rapidez, cada vez mas largo, el presto del principio ha desaparecido completamente, allegro, andante y por fin el largo. Cadencia perfecta y final de la obra. Todos los espectadores aplauden de la majestuosidad de dicha obra, nadie comprende su significado, pero una historia, una gran historia llena de amor y odio hay detrás de todo esto.

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