jueves, 26 de junio de 2014

Calorífico.

Llueve, las carreteras resbalan, la piscina vacía.
Llueve y mis zapatillas se encharcan de agua.
Caminan rápido buscando dónde refugiarse,
en qué poro de ti se esconderán.
Eres una montaña rusa con niveles bajo el mar.
Subidón de adrenalina, endorfinas.
Las calles están vacías y el día se hace nuestro,
te ríes.
Aún no entiendo porqué me besas, pero me gusta.
Me agarras de la espalda y del carrillo, del pelo.
Sonríes.
Te miro pensando cómo hemos llegado hasta aquí,
parece que me lees la mente.
Máximo absoluto.
Se desmadra todo, se pierde noción del tiempo,
sensación de atemporalidad, sólo se mueve tu cadera.
Me besas, me dejas sin saliva.
Tu piel es como un piano, se activa al rozarlo.
Nos hemos vuelto locos, el tiempo se ha detenido,
la lluvia cesa, el día es gris y el ambiente al rojo vivo.
Ardes, podrías quemar cosas con tus dedos.
Burlar toda ley que prohíbe la atemporalidad.
Olvidar cada momento, olvidar todo.
Reír tras cada beso, cada caricia y reír de burla.
Juventud, el tesoro y la coartada que nos cubre.
A los dos.

Invierno a treinta grados.

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