martes, 10 de junio de 2014

Frenético.

No sé si son las olas o el color,
lo que me hace recordar la primera vez que me miraste.
La primera vez que acercaste los labios
y me besaste.
El frío al entrar al agua, al zambullirme,
mojarme y sentir el agua correr por mi cuerpo,
ver cómo se tiñe de color azul
entre el cielo y el mar.
Lo que me recuerda que, un día te dije
que me fugaría contigo lo más lejos posible,
donde nadie nos pudiera encontrar.
Donde sólo Dios estaría presente si me paseaba desnuda.
Donde nadie nos conocería y viéramos San Marcos
desde la cama.
Ver tu torso amanecer y ver el mar
a través de tus ojos.
Acabar una noche tirados en el muelle.
Viendo la estrella polar reflejada en tus pupilas.
Mirando lo insignificante que somos
y lo guapo que estás en camisa.
Amanecer con una sábana en mi pecho,
abrazada a ti.
Y suena de fondo aquella obra que tanto me gustaba escuchar
cuando hablaba contigo y escribía.
Cuando me inspirabas para escribir cada noche.
Porque los comienzos habían sido una locura,
porque la adrenalina y el miedo,
nos los inyectábamos.
La locura es nuestro mapa y las ganas de vivir,
salir corriendo, huir.
Llamar al destino y decir que avance un capítulo,
que los personajes se han largado del cuento.

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