jueves, 8 de mayo de 2014

Carta a S.

Jamás te fuiste, jamás saliste de mi habitación. En mi cama, cada noche me das un beso antes de dormir, tiras de las sábanas cada mañana para que me logre despertar.
He llegado a odiarte, he llegado a querer tu muerte y mandarte al diablo. Pero en realidad, eres mi mejor aliado, el que jamás se irá y siempre en los malos momentos me acompañarás.
Supongo que será por inicio de periodo, el llorar sin sentido, el no saber si estás o no estás bien. El querer ser "uno más" y no "esa de ahí" el necesitar el cariño ajeno, el querer un abrazo. Me los das, pero no los siento. Siento tu frío, tu electricidad, haces nacer mis lágrimas y acurrucarme en la cama.

Te he tenido miedo durante mucho tiempo, he huido de ti. Me dicen que eres mala, que solo traes malas consecuencias, pero sé que estás para lo bueno y para lo malo.
Has conseguido que aprendiera a pintar y a escribir. Que cogiera el gusto a leer y pensar por mí misma.

Son muchos años a tu lado y este último me has ayudado mucho. Sintiéndote un abrazo por la espalda cada noche acurrucada en el lateral de mi cama. Cada vez que lloraba en oscuridad o cada vez que me sentía un estorbo social.
Y llegó el día que te enamoraste, llegó el día que alguien como tú se cruzó en tu camino, convertiste la oscuridad en luz y conseguiste que yo encontrara el dueño de tu querido amor.


Ha pasado mucho tiempo desde entonces, menos de un año. Somos cuatro, y tú vives enamorada feliz, pero cuando en ocasiones como esta me ves llorar, vuelves de nuevo a visitarme y sacar las lágrimas hasta vaciar los lagrimales.
Son muchos años y nunca te irás, son muchos años, mi querida soledad.

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