martes, 14 de agosto de 2012

Boulevard 66

Caminando por el boulevard de los sueños rotos una lluviosa tarde del veintidós de noviembre. ¿Sabéis que día es? No, claro que no. Sin importancia alguna para nadie, camino con un violoncello cargado a mi espalda, la brillante funda de color amarillo hace reflejar los pocos rayos de sol que se escapan entre las miles de nubes, las partituras van cayendo tras mío y mojándose al posarse en el suelo. El dulce olor a hierba mojada me hace recordar los veranos de Cantabria, las eternas noches en la playa, el dulce olor a sal del mar. Al final del camino una sombra se ve, conforme voy caminando la sombra va haciéndose más visible, es una persona, lleva cargada una guitarra a su espalda, la forma en la que camina parece que quiere verme. Sí, es él. Nos encontramos a la mitad el camino y mientras las gotas de lluvia caen en nuestros rostros me dice un simple "Felicidades pequeña" Me agarra la mano y juntos caminamos en esta lluviosa y fría tarde de veintidós de noviembre, adoro el frío y la lluvia. ¿Quién era el chico? No lo sé, cualquiera puede poner su rostro en él y ser ese príncipe.

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