lunes, 6 de octubre de 2014

Caballito de mar.

Dime el número de amaneceres que nos quedan por ver,
que los iré contando uno a uno con el corazón en las manos. 
Sangrando, cayendo las gotas entre mis dedos
hasta que resbale. 
Y dejar el suelo encharcado.

Dime el número de noches que nos quedan,
y pediré a al Sol que cambie de hora su despertador,
que se levante al medio día.

Nunca nos bañamos en el mismo río, pasa y deja su marca.
Bañarme en tus ojos una vez más, 
y notar tu torso caliente.

Tu seria mirada, las arrugas de tus ojos.
Tu sonrisa entre sábanas, el mar en tu cama.

Ni Santander ni Venecia.
Ni Helsinki ni Viena.

La infinidad de tus sábanas blancas
las noches sin dormir.
Los llantos mirando al mar
y los tics de tus piernas.

En la inmensidad del océano encontré ese pequeño caballito de mar, quizá no de colores muy vivos pero de gran mirada y corazón.
Cuando un caballito de mar elige a su pareja, permanece con ella hasta que uno de los dos muere y el otro se suicida.



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