martes, 12 de septiembre de 2017

Y quién me enseñó

No sé quién demonios me enseñó que las ganas no se esconden, que los cumplidos no se guardan. Que no hace falta disimular si te pierdes en lo más hondo de unos ojos que ya sabrás cómo salir, si te apetece.
No sé quién me dijo que la vergüenza es de cobardes, pero no debí hacerle mucho caso. Tampoco escuché al que me pidió que guardase mi corazón bajo llave, que corrían malos tiempos. Y aquí estoy. No te voy a mentir, me he convertido en una experta sastre y te diré un secreto: mi corazón es un precioso montón de telas rotas y cosidas varias veces.
Porque dejé de sacar a pasear un tesoro que ni yo me merecía, ni necesitaba a veces. Porque cada vez que respiraba entraba en mi cuerpo el mismo olor. Y en fin, no te voy a hablar de recuerdos ni tardes y noches de verano sudando porque qué te voy a contar a ti.
Apareces y desapareces cuando te apetece, siempre con la misma mirada rasgada y bonita. Y cuando apareces, ay cuando vuelves con esos ojos. Mi alma al diablo vendería por poder pasar más rato nadando en tus pupilas.

Pero tampoco te cuento nada que no sepas ya, porque alguien me dijo hace tiempo que las cosas bonitas son más bonitas cuando se lo dices, que la vergüenza se queda fuera de tu habitación y que tu cuerpo está mucho más bonito cuando voy besándolo poco a poco hasta que tu piel se eriza y me vuelves a mirar como ya sabes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario