miércoles, 1 de febrero de 2017

Mi sol

Odias que te llame como te llamo pero alumbras todas mis sombras, cada resquicio de tristeza se ilumina con el roce de tus dedos en mis mejillas mojadas. Tus besos en la frente que apenas necesitan que te agaches, como dos piezas de un rompecabezas que van unidas. Cada vez que tus labios se acercan a mi piel un cosquilleo recorre desde la punta de mis pies hasta mis pupilas que se dilatan como una luna nueva. 
Me gusta quedarme callada a tu lado sólo escuchando todo lo que tienes que decir, mirarte durante largos ratos sin mediar palabra aprendiendo de ti, poder mirar tu arquear de las cejas ahora visible, donde hace unos años estaban cubiertas por un adorable flequillo y muchas dudas. Las mismas cejas que me susurraron un beso que nunca llegué a descifrar, los que ahora vuelan y se chocan en cada mirada.
Te quiero todos los días de mi vida, como decía la película, pero con dos jarras de cerveza del color de nuestros cabellos. Hablando sobre nuestro futuro incierto, maquetando una casa sin muebles, con paredes llenas de recuerdos que coleccionamos, donde habrá cabida para muchos. 

Aunque ahora tu casa es tan pequeña como un puño, tan roja como el pintalabios que llevaba el día que nos conocimos y tan frágil como cada lágrima que se ha derramado durante este tiempo.


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