Con los pies en arenas movedizas y casi sin recordar andar,
qué bonito nombre tienes.
Me tiemblan las piernas, el pulso y las manos al agarrarte
tan fuerte que parece que quiero arrancarte la piel.
Y resoplas,
apenas hay oxígeno.
Llenas mi cuerpo de inseguridades y las arrancas,
con los dedos,
que arrastras desde mi boca hasta más allá del ombligo.
Y te acercas más a mí.
Dime tú cómo voy a mirarte a los ojos si de un beso me los haces cerrar.
Dime tú,
si cada vez que intento respirar me cortas el aire.
Y desnudo, me cantas la canción más bonita del mundo.
Y callada, quedo mirando cómo tus pupilas cambian de posición
y tus labios se rozan con los dientes.
Hasta que clavas tus ojos en los míos,
y se me escapa esa sonrisa de niña de quince años.
De esas que comen bolitas de anís
y te hacen protestar.
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