Toca el piano
las teclas blancas desnudas
sin emitir sonido alguno,
en un inmenso vacío.
Las calles aún están cerradas,
el Sol sigue de la resaca
del Lunes.
Y no sé si salir de mi cama,
despertar los sueños,
que son las siete y dos minutos
de la mañana.
El café sigue tan amargo como su despedida,
treinta y cinco sueños,
veintidós pesadillas
cuatro noches sin dormir.
Me acuerdo de ti,
todos los treinta y uno de Febrero
desde el día que te desconocí,
que te saludé diciendo adiós.
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