Hicimos de esto un lago cristalino donde corríamos el riesgo de ahogarnos. Yo nunca hice pie y, aún así, te pedí que me dejaras nadar sin haber aprendido. El silencio baila entre mi cuerpo encogido a los pies de una cama vacía, ríe a gusto porque sabe que tendrá cobijo un tiempo.
La noche eterna sin estrellas, tapadas por una inmensidad de nubes negras como aquella canción. Quisiera ser capaz de poder subir a la montaña más alta a mirar el cielo estrellado pero me siguen dando miedo las alturas. Y vuelvo a ponerme aquellos guantes por miedo a volver a ser Midas pero sin hacer oro todo lo que toco, rompiéndolo.